El largo y polémico debate por el intento de modificar la Constitución, que avaló el pueblo en las urnas, pasa por el tema central de la reelección presidencial indefinida.
A falta del pronunciamiento de la Corte Constitucional sobre el camino del cambio (enmienda o reforma), a falta de concretarse la idea de un sector de opositores por la tesis de una consulta popular, el tema pasa por un aspecto conceptual y de fondo. Una modificación a la Carta Política para propiciar una nueva reelección transforma substancialmente las reglas de juego del sistema político y puede poner trabas en el camino democrático.
La idea de alternar el poder entre contrarios es saludable. Una reelección parece mejor (más madura, más meditada) si se la emprende pasando un período, cuando los votantes se desprenden de la pasión y el fervor de las campañas. Cuando las masas pueden abstraerse del ruido ensordecedor de la propaganda. Cuando los más susceptibles de engolosinarse con los cantos de sirena del clientelismo toman su distancia.
Pero el mapa político del continente tiene de una y otra fórmula. En Uruguay se pasa un período y el candidato del Frente Amplio puede optar para las elecciones que vienen en pocos días.
En Brasil vemos instalada en segunda vuelta a Dilma Rousseff, presidenta en funciones tras tres períodos seguidos del Partido de los Trabajadores que puso dos veces seguidas en el solio a Lula da Silva.
En Argentina, y luego de un período de desgaste, Néstor Kirchner dio paso a su esposa. Ella optó por la reelección y la ganó. Falló Cristina al intentar forzar un cambio constitucional y ahora deberá dar un paso al costado. El Frente para la Victoria tendrá otro candidato y es probable que, por esta vez, en el 2015 no ponga un cuarto Presidente seguido y deba esperar en el banquillo.
Bolivia parece un caso aparte. En las elecciones de este domingo el favorito es Evo Morales, quien va por sus tercer período de seis años de modo consecutivo y parece que tiene amplia preferencia.
Chile aprendió experiencias después de la dictadura de Pinochet. Se alternaron demócrata cristianos y socialistas en cuatro períodos, luego llegó la derecha del presidente Piñera y Michelle Bachelet hubo de esperar un período para volver a terciar y ganar con una buena votación.
En Perú hay alternancia sin reelección inmediata y así, el Alan García de sus grandes errores tuvo opción de enmendar en un segundo período de madurez. En Colombia y tras la experiencia de Álvaro Uribe reelecto están curados de espanto y Juan M. Santos piensa romper con la reelección a futuro.
Paraguay no tiene reelección inmediata y Venezuela no solo sustentó la fortaleza en la reelección sino que ahora busca, en una suerte de espiritismo político, hacer eterno a su comandante fallecido.
Aquí la gente quiere consulta, dicen las encuestadoras Cedatos y Perfiles de Opinión. La consulta fue arma poderosa del Gobierno, hoy es su encrucijada y dilema.