No habría reelección a pesar de lo que haga la Corte Constitucional y el Consejo Nacional Electoral. Esta es una de las lecturas luego de las marchas de Quito, donde se amalgamaron los más diversos actores con demandas diferentes, terminando en una gran coincidencia: protestar contra el Régimen. El mismo, con el cual en algún momento coincidieron, y que, por diversas causas terminaron una efímera luna de miel, generaron un divorcio y hoy se enredan en una repartición de réditos políticos.
Se conoce que la multiplicidad de demandas sin ningún tipo de articulación o conexión no conduce a nada, pero tampoco es garantía de que la polarización desaparezca, aunque una de sus partes sea inorgánica y no tenga ningún recurso, salvo el derecho a la resistencia. Por lo tanto, muy poco se puede esperar en los tiempos siguientes en este campo, salvo que al apuro -los desorganizados- logren coincidir en un candidato que repita el experimento para elección del Alcalde Quito cuando, de la noche a la mañana, se logró que un político tierno salte de un 5% alcanzado en la última elección presidencial, a un 57% abrumador.
En consecuencia, si poco se puede esperar de la mitad de la manzana que no es verde, es probable que la otra parte ante la pendiente del desgaste, resuelva cambiar de rumbo y no volverse parte de la “Restauración Conservadora”, incluido el pedido de perdón humillante de padres y madres, de rodillas, por unos hijos revoltosos que se exaltaron frente al prepotencia de una contramarcha gubernamental.
Se impone un cambio radical en la conducción del Gobierno, pues tres años más de confrontación y una vacua polarización entre la revolución ciudadana y la restauración conservadora, no significa más que caminar sobre el mismo terreno en busca de un norte imposible.
Incluso, la historia registra un caso de rectificación para consolidar el estado revolucionario producto de la revolución bolchevique que puede ser estudiado.
Vladimir Lenin en 1924, dio un giro e implantó la Nueva Política Económica –NEP-. Abrió las compuertas capitalistas a la comercialización de granos y compensó el grave impacto causado por la confiscación total de la producción agrícola.
Luego vino José Stalin; pero, esa es otra historia.
De no variar la situación bajo el tambor de la protesta y la idolatría no habrá reelección por más que se contraten plañideras, pues el desgaste está en pendiente. Preferible sería que la Corte resuelva la permanencia indefinida antes que coadyuvar a la derrota electoral del líder. Pinochet jamás imaginó que socialistas y demócratas cristianos podían concertar, pero lo hicieron y triunfó el No. En nuestro suelo nadie imaginó los resultados globales del 23-F, pero sucedió. En todo proceso de vejez, la vista y la audición disminuyen y son necesarios la jubilación y el hospicio.
La política no es una excepción.
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