La reelección de las conductoras de la Función Legislativa abre la ventana de una realidad que está ante la vista del pueblo, pero que todavía no la percibe en su dramático y nefasto conjunto. La concentración de la mirada popular solo está en la reelección indefinida del centro del universo y el resto pasa desapercibido o, en el peor de los casos, a nadie le importa.
Esta inmovilidad, que afecta a uno de los cimientos de la democracia y la república como es la permanencia prolongada o indefinida en el poder, produce tres efectos de importante consideración.
Primero, no hay relevos políticos en la nación, se cancelan los cuadros nuevos y no hay derecho de pedir a la juventud interés en la política cuando el sistema se fundamenta e identifica con un tipo de pirámides empezado, por similitud, con la de Keops.
Con qué derecho se puede criticar sobre el protagonismo de la juventud en un país de mayoría de jóvenes a quienes solo se les ofrece, a título de participación en las marchas oficiales, el aplauso rítmico e incondicional y finalmente a completar desde la imaginación juvenil un catecismo cuyas primeras páginas empezaron por “patria o muerte, venceremos” y al que han añadido “y nos quedaremos”. La oda a la dictadura del corazón es un buen comienzo. Lírico y tonto, pero por algo se comienza.
Un segundo elemento es que al fenómeno o virus de la estabilidad en cargos elegibles, si se suma a este conjunto de reelegibles la concentración en un sola bandera y en un solo rumbo, sería muy difícil que -como efecto colateral- no se añada un manto de impunidad que carcoma hasta los extremos, como sucede escandalosamente en otros países, los más grandes de América del Sur.
Finalmente, una consecuencia más abstracta, quizá las más importante, es la que afecta a la cultura de una comunidad que fue formada desde las guerras de la independencia, que siempre consideró que uno de los pilares del sistema es la división de las funciones del Estado. Por siglos ha sido la base del equilibrio y contrapesos para evitar el absolutismo y el único blindaje para evitar o limitar los vicios del ejercicio del poder absoluto: un solo jefe, honrar y respetar a todos los demás jefes de las funciones y entidades sin preguntar razones y considerar el debido proceso como formalidad burocrática.
El tema de la reelección en la democracia es muy complejo debido al crecimiento de la estructura del estado moderno que termina en convertirse en la gran causa de la prolongación de los períodos de gestión política. Existe en muchos países, pero excepcionalmente los textos prescriben la indefinida, a tal punto que casa adentro se va a reformar la Constitución, aunque por imitación al quinto artículo de la Constitución de EE.UU. se la denomine “enmienda”. Se pueden imitar el léxico que usan en la potencia del norte, pero es indispensableque no efectúen mutaciones que terminan con la democracia.
Repasando las lecciones de historia de Arnold J. Toynbee, respecto a la decadencia de las civilizaciones, es necesario reflexionar en lo que pasará “el día después demañana”.