Mientras la semana pasada el INEC incumplía su obligación de publicar las cifras de empleo y pobreza en Ecuador en el 2020, la Organización Mundial del Trabajo (OIT) revelaba cuánto se deterioró el mercado laboral a causa de la pandemia.
La cantidad de horas de trabajo de redujo 8,8% en el mundo, lo que equivale a 255 millones de empleos. Si eso sucedió a escala mundial, no hay nada que haga pensar que en Ecuador ocurrió algo diferente, más aún cuando las proyecciones apuntaban a una contracción de la economía nacional del 9%, una de las más altas al Latinoamérica.
Ante la falta de datos oficiales sobre el empleo en el último trimestre del año pasado, solo quedan las cifras del Ministerio de Trabajo sobre afiliaciones al IESS y los nuevos contratos laborales. Esos datos muestran que hubo un leve crecimiento desde septiembre hasta fin dl 2020, por la flexibilización en las reglas de movilidad. Sin embargo, aún siguen muy bajos respecto al 2019, que ya fue un año crítico.
En materia de empleo estamos peor que el 2019, pero el país está a ciegas en cuanto a las cifras de pobreza y pobreza extrema.
Mientras no haya cifras sobre este tema, la única evidencia que existe son las imágenes de informalidad en las calles o la proliferación de mendigos en el país.
Esta realidad no va a cambiar con la publicación de las cifras del INEC, pero los datos ofrecen a las autoridades una película más clara sobre la magnitud del problema, algo fundamental para diseñar políicas públicas para paliar los efectos de la pandemia, sobre todo en la población más pobre del país.
Antes de la pandemia, la pobreza afectaba al 25% de la población, sobre todo en las áreas rurales. Con la crisis sanitaria, se estimaba que la pobreza subiría 10 puntos el año pasado. Pero no solo es necesario identificar cuántos pobres más hay en el país, sino saber en dónde están, qué necesidades tienen y cuántos recursos se necesita para sostener a esta población mientras el país halla el rumbo de la reactivación.
El único camino para la reducción de la pobreza es la generación de empleo, lo que a su vez depende de la reactivación económica y de la rapidez con que se logre vacunar a la población. La OIT prevé que la recuperación del mercado laboral en el presente año será lenta, desigual e incierta. Si bien el inicio de la vacunación en el mundo es una buena noticia para la recuperación económica, la desigualdad en la distribución de las dosis es una maña noticia para un crecimiento equitativo.
Los países desarrollados se están recuperando a mayor velocidad porque tienen acceso más rápido a las vacunas en comparación con muchos países en desarrollo.
Pero incluso dentro de los distintos países, el peso de la crisis se ha repartido de forma dispar. Quienes están cargando el mayor peso son personas con menor nivel educativo, jóvenes, mujeres y trabajadores informales. Si no hay políticas públicas para ellos, la vacunación ayudará a la reactivación, pero no a reducir la desigualdad.