Una magistral novela de ficción se publica en 1949, un año antes del fallecimiento de su autor, y se tituló: 1984, escrita por Eric Arthur Blair, con el seudónimo de George Orwell. Nacido en la India en 1903. Muere con tuberculosis a la edad de 47 años. Escritor, ensayista, periodista, sensible a las causas humanas. Comprometido. Luchó contra el imperio británico y se enroló en el bando republicano de la guerra civil española. Se dice que su pensamiento recibió la influencia de Aldous Huxley, Fiódor Dostoievski y León Tolstói.
A Orwell le impresionó los horrores del totalitarismo nazi y estaliniano: partido único. Poder concentrado. Ideología y verdad oficial. Intolerancia y censura total. Prohibición para pensar y proscripción a quien escriba sus propias ideas. Espiar al sospechoso. Persecuciones y purgas. Líder Supremo y quien disiente con él, será un enemigo que debe ser eliminado.
Lo que proyectó como ficción para un futuro: era la recreación del sistema político totalizante y totalitario. Que se vigile y merodee como el «Gran hermano», que nos espía y aguaita. El control de lo que se dice y la censura a la opinión. A nombre de la veracidad, condenar a quien denuncie y decretar la «verdad» que lo fija el poder y el jefe Supremo. El crear los delitos de opinión. La imposición de la censura y el mando de la autocensura.
Provoca repugnancia las ideas que pretende imponer la candidata del SSXXI: el «derecho a la verdad». ¿Será necesaria la creación de una «policía del pensamiento»? ¿El «doble pensamiento»? ¿El «nuevo lenguaje»? ¿La hegemonía gramcsiana? ¿El «ministerio de la Verdad»? La tentación totalitaria pretende delinear, trazar, definir y determinar la vida de los demás. El uso ideológico y la desinformación de un medio público como radio Pichincha, enorme plataforma de engaño, descalificación y adjetivación contra los «enemigos»; los «guerreros digitales», las noticias falsas, los bulos y el relato del caudillo resentido.
Todo aparece como el boceto del modelo que aspiran a reimplantar. Irracional la pretensión de recrear un orden político orwelliano. Estamos a tiempo de evitarlo. Aunque las primeras víctimas ya son el jurista Pablo Guerrero y el periodista Martín Pallares, declaradas personas non gratas por el Concejo municipal del puerto principal. «Estos dos asquerosos que no pisen Guayaquil» dice su alcalde. ¿El delito cometido?: Opiniones y expresiones. ¿Recuerdan la sentencia del líder espiritual islámico contra Salman Rushdie?