Acabo de leer un interesante libro de Ángel Rivero: Benjamin Constant teórico y político liberal, publicado por la Fundación FAES de España. Conozco algo de su pensamiento. Nació 22 años antes de la revolución francesa y falleció a los 63 años de edad. He leído sus Escritos políticos, publicado por el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid.
Hay una frase de Constant que dice: «Hace tiempo dije que al ser la Constitución la garantía de la libertad de un pueblo, todo lo que tendiera a la libertad era constitucional, y que era inconstitucional todo lo que se alejara de ella». Así, tendría sentido decir que Ecuador no tiene constitución. Lo aprobado en Montecristi, es una arenga ideológica, una proclama del estatismo autocrático, un laberinto romántico y farragoso; menos una constitución en sentido estricto.
Benjamín Constant, como filósofo y político de relevancia histórica, en sus escritos y actuaciones, tuvo que actuar al lado de las ideas de la libertad, la república o la monarquía constitucional; frente a la derecha reaccionaria y nostálgica por el Antiguo Régimen de la monarquía absoluta, o del radicalismo izquierdista del terror y de la guillotina. Siempre crítico de la arbitrariedad y el despotismo.
La formidable inteligencia de Alexis de Tocqueville, resume de manera nítida el momento histórico en el que vivió Constant: «Del siglo XVIII y de la Revolución, como un manantial común, salieron dos ríos: el primero conducía a los hombres a las instituciones libres, mientras que el segundo los llevaba al poder absoluto». En la corriente de las instituciones, Constant se hace merecedor de ser, en expresión de Carl Schmitt, «el protagonista de la doctrina del constitucionalismo liberal, este no fue solo un brillante constructor de constituciones, sino el protagonista de la doctrina del constitucionalismo liberal».
El pensamiento de Constant tiene vigencia. No solo por sus críticas a la autarquía napoleónica, cuya versión actual serían los autoritarismos mesiánicos y populistas. Abogó por las libertades de los individuos, de la prensa y el flujo del pensamiento, sin estorbos. Detestó la concentración del poder. Prefería la monarquía constitucional, otorgando relevancia a la asamblea legislativa. Sus ideas tienen plena fuerza en el pensamiento democrático contemporáneo, y en el dilema entre la democracia y la amenaza de los de los despotismos. Este filósofo y político debería ser leído.