Todo cambió para el Ecuador el 30 de septiembre del 2010. Una nación que había construido su frágil tradición democrática sobre la base de nunca resolver sus disputas políticas con muertos, se había acabado. Nuestros vecinos siempre envidiaron esa capacidad típicamente ecuatoriana de protestar y hasta deponer presidentes sin un solo muerto. Las Fuerzas Armadas en estos 30 años de democracia se habían incluso rebelado contra la máxima autoridad del Estado y uno de sus ex compañeros de armas (Lucio Gutiérrez) con tal de no derramar sangre entre ecuatorianos. Un presidente (el inefable León Febres Cordero) se humilló ante militares que le exigían la liberación del general Frank Vargas Pazzos, a cambio de salvar la vida de su comitiva. En otra ocasión más, militares e indígenas abierta y desvergonzadamente depusieron al presidente de turno (Jamil Mahuad). En todos los casos, el Congreso decidió absolverlos. La amnistía fue una carta política de todos los grupos políticos para mirar hacia adelante y para volver a empezar, con diferencias radicales a veces, pero como hermanos. Nunca fue mala esa capacidad que teníamos para el perdón. Todo lo contrario. Impidió que el Ecuador viviera situaciones extremas como la de Chile, o que llorara cientos de muertos como en Bolivia, o que tuviera que vivir escenarios extremos de violencia como en Colombia. Pensándolo bien, nuestra democracia era mejor porque preferíamos las dificultades propias del caos a la estabilidad política de los sepulcros.
Ahora todo cambió. “Impunidad nunca más” es, por ejemplo, un recordatorio musicalizado de que el Gobierno tiene una idea diferente de país. Quiere que nunca haya perdón. Que hermanos ecuatorianos -esta vez policías que se equivocaron- reciban el tratamiento de enemigos, de traidores, conspiradores o “perversos fascistas” como dice la canción. Que un levantamiento ya no resuelva como en el pasado, con perdón.
El país necesita volver a empezar y aunque todos los llamados han fallado hasta ahora, es un deber ciudadano insistir: economista Rafael Correa vuelva la página y perdone. Tal vez usted no lo note en el día a día, pero desde fuera, la espiral de polarización y odio que está envolviendo al país es incontrovertible. Por qué no se concentra en los caídos y solamente escucha el pedido más simple, pero también el más sabio de los últimos días: reconciliación y paz. Sandra Jiménez lo dijo, a pesar de que ella tendría todo el derecho a decir lo contrario. El Ecuador necesita volver a resolver pacífica y respetuosamente sus diferencias políticas. Y a que todos los ciudadanos seamos tratados como hermanos. Gandhi siempre decía que es mucho más importante perdonar que tener la razón. Su poder y legitimidad con su pueblo siempre emanaron de este sabio principio. Escúchelo. No hacerlo es solo pavimentar el camino de odio que América Latina experimentó en demasía durante el siglo XX.