Al ver la realidad se cae en generalidades, como creer que todos los políticos son un desastre. No es cierto, por suerte cada cierto tiempo surgen algunos diferentes. Si bien el poder casi siempre obnubila, encontramos excepciones.
Es el caso de Ollanta Humala, un ex militar que entendió que para llegar al poder no solo hay que ser perseverante, también hay que ser humilde, buscar la unión con todos los sectores de la sociedad, no ser excluyente porque la Constitución y las leyes son iguales para todos. Ganar una elección no es sinónimo de arrogancia.
No solo entendió eso. En pocos días dio algunas pistas sobre el terreno donde va a pisar, para no dar pasos en falso y no defraudar la esperanza de millones de peruanos que votaron por una nueva opción. Mientras los Hugos y los Evos se frotaban las manos creyendo que Humala seguiría sus pasos, el peruano prefirió el pragmatismo de Brasil, el modelo exitoso que Dilma Rousseff heredó del inteligente Lula, otro líder político mundial que rechaza la arrogancia, que respeta las ideas ajenas y que, pese a que gobernó ocho años seguidos, nunca se mareó.
Ollanta Humala, antes de viajar a Brasil concedió una entrevista a El Comercio, el diario que se había pronunciado por la otra opción electoral. Se comprometió a respetar a los periodistas incómodos y a los que no estén de acuerdo con sus ideas. Los agravios, no ayudan a construir una sociedad, a juicio del Presidente electo, quien también se declaró dispuesto a indultar a Alberto Fujimori.
“Nadie tiene por qué morir en la cárcel, salvo los que tienen cadena perpetua por haber abusado de los menores de edad”, fue la respuesta de Humala, quien parece que ha visto los buenos ejemplos de líderes políticos latinoamericanos y seguramente ha cerrado los ojos frente a la desfachatez de los que se creen iluminados.
Conoce de desafíos, comenzó la campaña con apenas el 8% de preferencias en las encuestas, aunque también le sirvió el hecho de que los peruanos no olvidan el trauma que dejaron los Fujimoris y los Montesinos.
Se comprometió a hacer todo el esfuerzo para curar las heridas de la sociedad peruana, que se agudizaron y recrudecieron con la campaña electoral. A su juicio, la mejor manera de hacerlo es alcanzando el desarrollo del país. En materia de economía, Perú tiene mucho que mostrar al mundo y Humala, tal como lo hizo Lula, no va a caer en experimentos que le pueden costar caro a su pueblo.
Fue notable la respuesta cuando le consultaron por la bienvenida que le dio Chávez a un “soldado” más de las causas bolivarianas. “Yo soy soldado del pueblo peruano. Son los peruanos quienes me han dado el mandato”. Ollanta Humala está destinado, por convicciones propias, a convertirse en estadista.