‘El arte no es un gozo solitario. Es un medio de conmover al mayor número de hombres, ofreciéndoles una imagen privilegiada de los sufrimientos y las alegrías comunes’ anota Albert Camus. Esta exclamación se aplica inmediata e intensamente a la música que llega a nuestra intuición, nos alegra y entristece, nos inunda.
George Steiner, políglota y musicólogo eminente, se refiere al antiguo sueño de una lengua hablada por todos los seres humanos; compara la posibilidad de expresión de diferentes lenguas con la de la música, y constata: ‘Resulta casi cruel contrastar la riqueza comunicativa de lo musical con los baldíos movimientos de lo verbal’.
Los baldíos movimientos de lo verbal. ¿Quién, que escribe, no experimenta la nostalgia del movimiento vacuo, casi vano, de la búsqueda de palabras que expresen medianamente su sentir? Según Steiner, la música ‘ejerce una soberanía superior; penetra y rige nuestra psique de modo tal, que el trance que oírla produce en nosotros solo puede compararse con las referidas por los santos y los místicos’.
Vivimos en Quito dos noches sustanciales: Carlos Prieto, insigne chelista y académico mexicano, miembro honorario de AEL desde 2012, presentó Mis recorridos musicales alrededor del mundo…, obra que, como tantas otras suyas, destila sabiduría, conocimiento y empatía, escrita en prosa limpia, sin concesiones a otro compromiso que el suyo con la música y la narración. Músico y escritor, vive los titubeos del ser humano ante la escritura tanto como ante la música, sus dos vías de comunicación. El insigne intérprete ofreció sendos conciertos que volvieron inolvidables las horas en que, luego de las presentaciones de su ‘Recorrido…’, escuchamos una de las hermosas suites de Bach para violonchelo solo, y una pieza de conocidos compositores actuales. El primero, en el Centro Cultural Carlos Fuentes; el segundo, en el salón Calderón de la Barca de la Universidad San Francisco, Prieto busca un compositor ecuatoriano que quiera crear una pieza para violonchelo que él estrenaría: Ecuador es el único país de Sudamérica del cual no ha podido estrenar composición alguna.
Hora de celebrar y lamentar. De celebrar su presencia en Quito, la sexta entre 1991 y 2108, – es Miembro Honorario de la Academia Ecuatoriana-, y de lamentar que en nuestra capital, a actos culturales de factura notable y de entrada libre, que en salas de otros mundos reunirían a multitudes, asista menos público del que merece, se pierdan ocasiones de gozos sustanciales, de comunicación privilegiada, en honor a la ignorancia, la vagancia, a la comodidad.
¿Dónde están nuestros jóvenes? ¿Dónde, su entusiasmo por el saber, el arte, la buena lectura? ¿Dónde, profesores, literatos, poetas, catedráticos y estudiantes, críticos y periodistas?; ¿qué pasa con padres y madres y con los jubilados?
Nunca como hoy, siento ‘el baldío movimiento de lo verbal’.
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