Los mensajes de supervivencia que enviaron por una sonda mineros atrapados desde hace 19 días en la mina San José en Chile, a 700 metros de profundidad, generaron en este país un estallido de júbilo y allende fronteras una mixtura de sorpresa e incredulidad. Jamás antes sucedió algo similar. La trama es digna de película. El gobierno del centroderechista Piñera, que hizo su trabajo con un ojo en las víctimas y otro en la platea, parece que se llevará buena parte de la taquilla.
La historia es intensa y se ha transmitido como un ‘reality show’. En el centro del guión están 33 curtidos mineros que sobrevivieron en un socavón oscuro y húmedo y en el que deberán aún permanecer dos, tres o cuatro meses más. Por pequeños tubos reciben alimentos, medicinas, instrucciones y ellos responden con mensajes escritos. Las preguntas sobran: cómo vivieron el derrumbe de la mina, cómo se organizaron para distribuir lo poco que tenían y lidiar con la falta de luz, cómo cayeron o no en el caos. Hay 33 historias personales y familiares todavía por contar, una película a seguir. En el exterior las cámaras de televisión apuntan a maquinarias que penetran el monte (entre ellas la sonda que hizo contacto). Cerca, un campamento donde expertos y rescatistas trabajan sin descanso, mientras el presidente o sus ministros reciben información y dan órdenes. A un costado, otro campamento, el de los familiares, donde el Gobierno desplegó médicos, psicólogos, trabajadores sociales y expertos en comunicación.
Es un drama que se sigue al minuto. Los mineros quedaron atrapados tras varios derrumbes en el socavón y nada se supo hasta el domingo 22. Observadores lanzaron toda clase de hipótesis. Los fracasos previos para establecer contacto catapultaron la tesis de que estaban muertos.
El gobierno de Piñera puso toda la carne al asador en materia de manejo de crisis, tal como mandan los manuales de comunicación estratégica, y más sabiendo que estaba frente a las cámaras de televisión. Se enfocó en las víctimas, reconoció problemas en la fiscalización de la mina, despidió a los responsables, anunció cambios en seguridad laboral y sobre todo, no escatimó recursos técnicos y humanos para llegar donde los mineros. Hasta ahora todo salió bien. La imagen de Piñera portando el mensaje de vida de los mineros ya recorrió el mundo. Vale muchísimo y se verá en las encuestas.
La historia está en marcha. Pero ya deja lecciones sobre seguridad minera y sobre lo que debe hacer la autoridad al enfrentar una crisis: desplegar una estrategia con rapidez, actuar en consecuencia y jamás ocultarse. Al final, el Gobierno y el orgullo nacional pueden salir fortalecidos. Qué diferencia con lo que sucedió con el terremoto de febrero, allí el anterior Gobierno quedó pasmado y el costo fueron muchas vidas.