Columnista invitado
Nuevamente se repite un clásico dilema de la política económica: tratar de equilibrar la economía y promover mayor crecimiento económico. Cuando se alcanzan desequilibrios es necesario que se los corrija, pues caso contrario los costos serán mayores a los que se incurre cuando se adoptan decisiones. En otras palabras, se evidencia lo que se llama en economía, “no hay almuerzo gratis”. Si se pretende crecer al mismo ritmo pero con menos dinero y con menos inversión, el resultado inevitable será, se diga lo que se diga, menor crecimiento económico y menor empleo.
Cuando un Gobierno gasta más de lo que crece la economía, cuando ese gasto triplica o cuadruplica el crecimiento del PIB de cada año, cuando el endeudamiento crece 3 a 4 veces por encima del aumento de la producción nacional y, si esto genera presiones externas, vale decir, incrementos crecientes en la compra de bienes y servicios del exterior sin que existan volúmenes significativos de inversión extranjera que compensen esa salida de dólares, pues la economía empieza a sentir los embates de tales desbalances. Los presupuestos fiscales se vuelven en gigantescas “bolas de nieve” difíciles de cubrir, las necesidades de dólares superan la oferta de divisas con lo que se complica el comercio exterior y el pago de la deuda externa. Si a esto se añade un estilo de manejo económico sustentado en gastar a diestra y siniestra, aun por encima de los ingentes ingresos extraordinarios, es decir, sin ahorrar un centavo, al primer sacudón externo esa economía empieza a manifestar esos errores de manejo.
Cruzarse de brazos tampoco se puede, pues la pasividad de la política económica en estas situaciones es la peor opción. No solo se debe actuar sino recapacitar y rectificar las equivocaciones cometidas. Si bien la teoría de expectativas racionales de la escuela neoclásica sostiene que los agentes económicos aprenden de sus errores y no los repiten, en la práctica no es tan real esta tesis, pues los hombres y los gobiernos vuelven a cometer errores similares. No obstante, sería muy importante y útil en el caso actual que revisen las políticas aplicadas, se desprendan de tanta alharaca económica populista y actúen pragmáticamente sin apalancarse en ideologías caducas o en fanatismos obsoletos.
Deben volver a imponerse techos de gasto, a ahorrar excedentes de ingresos, a mejorar claramente las relaciones internacionales, a suscribir convenios internacionales de comercio, a definir el rol del Estado en la economía, a dejar estable el sistema tributario, a permitir independencia en la justicia, etc., etc. Endeudarse hasta donde se consigan fondos, ajustar el gasto por esta sola vez, prohibir más importaciones, entre otras decisiones, sin rectificar el fondo de la conducción económica, es solo ganar tiempo y postergar el problema a futuro. Por ahora, recalculen el crecimiento económico hacia abajo, no hay otra.