Diseñar una estrategia para reactivar la economía de Ecuador es una tarea compleja. Se requiere un enfoque integral que aborde tanto las necesidades inmediatas como los retos estructurales, es decir, combinar la atención a problemas de corto plazo con proyectos de desarrollo sostenible a futuro.
En los momentos actuales, las condiciones de crisis multidimensional exigen, en primer lugar, contar con la voluntad política de quienes triunfen en las elecciones presidenciales del 2025; su misión trascendental será atender las necesidades prioritarias, que tocan al estado de pobreza y marginalidad de la mayoría de la población. Sin la renuncia a los intereses de grupos y sin acuerdos nacionales que involucren a la sociedad civil, ningún plan coherente será viable.
La crisis de energía eléctrica ha creado estragos en la economía y en las condiciones de vida de la mayoría. Pero la desinstitucionalización del país, acompañada de la corrupción rampante y de la inseguridad en crecimiento, dificulta la definición del camino viable hacia la recuperación económica con equidad social. Se ha abandonado la planificación como el proceso imprescindible para definir objetivos y asignar recursos; se intensifica la desvalorización del Estado por parte de interesados en privatizar sectores clave para el bienestar de la población; se ha disminuido la inversión pública a un mínimo absurdo; se ha abandonado a poblaciones con larga data de pobreza, creando las condiciones para que jóvenes sin futuro engrosen las filas del narcotráfico. La cultura de la previsión y definición de prioridades ha cedido lugar a la arremetida del neoliberalismo y su ortodoxia económica estructuralmente generadora de pobreza, desigualdad, precariedad y desintegración social.
Existen también sólidas razones para pensar que buena parte de la situación socioeconómica vigente tiene una raigambre cultural más honda, y que la búsqueda de derroteros alternos implica trascender el ámbito de las ideologías en su acepción convencional. Este debe ser el punto de partida para incursionar en un proceso de planificación de la reactivación económica que disponga de la viabilidad política y social. Frente a ello, la participación de la sociedad representada por los sectores académicos, productivos e institucionales que aúnen esfuerzos en pro de la definición de un modelo de desarrollo propio, es determinante. Las ambigüedades y contradicciones propias de la vieja concepción de los planes de desarrollo, sin consistencia por falta de apoyo de la participación social, deberán superarse.
Cualquier esfuerzo por definir una estrategia viable deberá abordar la superación de la carencia de recursos que sufre actualmente el país por falta de decisiones que instauren un proceso de redistribución, a partir de la creación de un excedente económico.
En el corto plazo, el punto de partida debe ser mejorar el acceso a la liquidez para estabilizar la economía y recuperar la confianza de la población. El estímulo a la inversión pública y privada en sectores estratégicos –energía renovable y tecnología, la agricultura, la manufactura y el turismo-. que puedan generar empleo y crecimiento económico rápido, se torna clave. A esto deben contribuir también los incentivos fiscales temporales. Establecer líneas de crédito blandas para pequeñas y medianas empresas (PYMEs) y emprendedores, con tasas de interés bajas o subsidios parciales, para que puedan reiniciar sus actividades, será una política de las más importantes para impulsar la reactivación productiva.
La negociación para alcanzar una adecuada reestructuración de la deuda externa, o la apertura hacia nuevos acuerdos de financiamiento para asegurar la estabilidad económica, debe ser impostergable, de manera que abra nuevos horizontes en la relación con los sectores prestamistas.
La reactivación del consumo interno deberá recurrir a los subsidios directos a favor de sectores vulnerables, con transferencias monetarias, a fin de aumentar el poder adquisitivo y fomentar el consumo. Asimismo, la creación de empleos temporales en obras de infraestructura pública, como la reparación de caminos, viviendas y obras viales, puede ser un mecanismo para absorber rápidamente la mano de obra disponible.
El largo plazo debe enfocarse en fortalecer la estructura económica del país, diversificar fuentes de ingresos y mejorar la competitividad. Es necesario construir una base sólida para garantizar un crecimiento sostenible y una economía diversificada.