Cuando el Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación (Conea), luego de un estudio serio dio el paso heroico de categorizar los centros de educación superior registrados en el país ardió la selva, a más de que una tercera parte al no reunir los requerimientos mínimos debía ser eliminada del sistema. Fue como despertarse y comenzar a vivir una pesadilla. Una de las claves que explicaban el desastre nacional había sido develada.
Como hay temas que preocupan a todos, evaluaciones realizadas por ingleses, chinos y españoles han producido ‘rankings’ en los que se les ubica a las universidades de todo el mundo. A los dos primeros les interesaba, como es comprensible, situarles a las 200 y 500 mejores. La realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España es colosal: en el ‘ranking’ elaborado se incluyen 12 000 centros universitarios. Una vez que ya no son misterios los términos que definen las excelencias en cuanto a educación superior y los indicadores que se utilizan son prácticamente los mismos, las tres evaluaciones dan resultados casi idénticos. Que una de las dos, Harvard o Cambridge, sea la mejor, no apunta a lo esencial. Lo que importa, al menos para los interesados, es el nivel en el que se hallan sus universidades. El caso ecuatoriano digamos.
Tan solo una de las nuestras, la Escuela Superior Politécnica del Litoral, se halla entre el 10% de las evaluadas por los españoles, con el puesto 702. Trece, entre el 10 y el 50%. De las restantes no hablemos. Resulta que el ‘ranking’ elaborado por el Conea en cuanto a las mejores es bastante coincidente con la del CSIC. No podía ser en otra forma: se estaba evaluando lo mismo, desde luego que el español con un toque más internacional.
Es así, con tales golpes, que nos hemos despertado de una siesta en la que no teníamos conciencia de que nos estábamos hundiendo en el pantano del subdesarrollo. No se han dejado esperar las reacciones que se van por las ramas como aquellas que sostienen que los resultados responden a que los indicadores utilizados no contemplan la realidad de cada país y por lo tanto no eran objetivos. Empresa imposible, digo yo, aparte de que ya se conocen hasta la saciedad los términos que explican el porqué unos países progresan y otros se van hundiendo. Entre aquellos indicadores cuestionados hay uno que conozco de primera mano: las citaciones que un trabajo de investigación ha merecido, es decir el impacto que ha producido y tiene relación con sus aportaciones al conocimiento. Apenas tres ecuatorianos producían investigaciones de impacto y sus nombres constan en el ciberespacio de las actuales fuentes de información. No hay nada que hacer o nos empeñamos en el cambio de la educación superior concentrando esfuerzos, o aceptamos la rigidez cadavérica como una fatalidad.