En verdad, el Presidente de la República está en lo correcto cuando dice que debido a la dolarización tenemos problemas serios en el comercio exterior, especialmente con los vecinos. Al no tener el país la posibilidad de manejar su propia divisa, se crean situaciones rígidas que perjudican a nuestros productos en el intercambio externo.
Los impulsores de la dolarización nunca le dijeron al país los terribles problemas que traería. Los veremos ahora, cuando los excepcionales precios del petróleo han bajado y hay una crisis. La dolarización fue un error que pagaremos caro. Constatarlo, desde luego, no es buscar salir de la dolarización, ya que eso traería mayores perjuicios a la población.
Frente a la situación, una de las decisiones que el Gobierno ha tomado es aplicar medidas arancelarias. Estas han sido impugnadas por los socios de la Comunidad Andina, cuya Secretaría General, luego de un largo proceso, ha dado la razón a los impugnadores. El Gobierno del Ecuador, por su parte, ha anunciado que seguirá dando pasos para defender las medidas tomadas. Pero el Presidente, con la liviandad con que a veces maneja las cuestiones internacionales, ha amenazado con que si los resultados no son positivos, podríamos salir de la CAN.
La Comunidad Andina es una institución que ya tiene cerca de medio siglo, que ha hecho y hace grandes aportes los países miembros, especialmente al Ecuador. Esto no suele reconocerse, pero es verdad. Los avances en el propio comercio exterior con los vecinos se deben, en buena parte, a la integración andina. Sin ella serían menores y más dificultosos.
Una vez más cabe aquí repetir que el papel que podemos esperar de la Comunidad Andina es que sea un eslabón para la integración sudamericana. Si no ha logrado cumplir todas sus metas, debemos impulsarla, no abandonarla. La CAN no es lo contrario a Unasur, sino uno de sus necesarios componentes, dentro del gran proyecto de integración del subcontinente sudamericano.
Si Ecuador se retira, la CAN desaparecerá. Esto no es retórica. Sin cualquiera de sus cuatro países miembros la abandona, su estructura se vendrá abajo. Así habrá desaparecido una de las instituciones de integración más antiguas del mundo. Y los países tendrían que reconstruir con convenios bilaterales los mismos acuerdos comunitarios andinos que hoy existen, con sus mismos problemas.
Si nuestro Gobierno cae en la tentación de originar el fin de la CAN con el retiro, habrá cumplido los deseos de los viejos enemigos que la integración tiene, incluso adentro. La integración se hace negociando. Ese es el camino que el Ecuador debe mantener. Si el presidente Correa resuelva sacar al Ecuador y así dar fin con la CAN, quedará frente a la historia con el ‘inri’ de haber destruido un esfuerzo integracionista que cumple, como ningún otro, el ideal de Bolívar.