La Cumbre de Presidentes en Panamá no terminó con la fotografía que capta el apretón de manos entre Obama y Castro. Los efectos secundarios empiezan a darse. Estados Unidos ha excluido a Cuba de la lista de países protectores del terrorismo y Obama parece empeñado en poner un pie en La Habana antes de que termine su mandato.
La Cumbre ha dado un giro a las relaciones de Estados Unidos y los países al sur del Río Grande, incluidos los del Caribe. Brasil, que mide bien sus acciones, ya dio el primer paso al distanciarse de la hipocresía de Unasur y criticar a Venezuela por la violación a los derechos humanos y los presos políticos.
Los empresarios que abren caminos, empezando por los españoles, han puesto sus ojos en la isla, lo que traerá una economía capitalista al estilo chino, pero con son de rumba.
Todo indica que la Cumbre ha puesto en entredicho a la retórica latina de atacar a los Estados Unidos para esconder los problemas internos. El equilibrio geopolítico ha sufrido un cambio: Cuba deja de ser el referente y Venezuela pierde influencia.
Los triunfadores fueron Barack Obama y Raúl Castro que pusieron el pragmatismo sobre las diferencias conceptuales.
Los perdedores, otra vez, los gobiernos de la Alba, que no lograron incluir sus propuestas en una declaración final y que se perdieron en discursos de barricada propios de la era anterior a la caída del Muro de Berlín.
No se entiende la política internacional de los países encerrados en la jaula de sus ideologías. Privilegian relaciones sin sentido con los iraníes y las bielorrusias, dejando pasar ante sus ojos proyectos vitales como la integración con Asia, al que Ecuador debería sumarse sin reparos.
La decadencia política y económica de Venezuela, con el neocolonialismo petrolero en crisis, debería cambiar el rumbo de los dirigentes de la revolución ciudadana, al menos en la política internacional. La OEA resucitó un tanto, dentro de la agonía en la que le tenían sus contendores y el señor José Miguel Insulza, y la Unasur sigue dando las espaldas a la realidad que le circunda.
Sorprende que los presidentes hayan vivido la cumbre como si en Venezuela no ocurriera nada y como si al subcontinente le viniera una economía de esplendor. Ni una palabra sobre el limitado crecimiento económico que nos amenaza.
La región se aleja del desarrollo económico por la caída del precio de las materias primas y la disminución de las inversiones.
El Fondo Monetario Internacional pronostica que el crecimiento del PIB no llegará al 1% en el 2015. Ni una sola propuesta para incentivar el intercambio comercial y para tratar de conformar un mercado común. Nada para enfrentar la desigualdad y la pobreza con una política compartida.
Resumiendo: sin el episodio cubano/americano la Cumbre no habría dejado huellas.