Han transcurrido 35 años desde que Quito y Cracovia fueron las primeras ciudades del mundo declaradas por la Unesco ‘Patrimonio de la humanidad’ debido a sus monumentos arquitectónicos tan valiosos para la historia. El Centro Histórico de la capital es incomparable y se mantiene casi intacto.
Quito se convirtió en uno de los destinos turísticos más importantes de Latinoamérica. Así lo reconocen importantes asociaciones del turismo mundial, lo constatan los visitantes extranjeros y nacionales, así lo apreciamos todos, quiteños y chagras.
Ese potencial turístico es ilimitado y no se manifiesta solamente en las fiestas de fundación de Quito. Los fines de semana y durante el período de las vacaciones en la Sierra vemos una gran afluencia de turistas que se quedan deslumbrados al recorrer el centro de la ciudad.
Existe un sistema de transporte en buses de dos pisos que es una buena experiencia a modo de ‘city tour’, algo que es muy común en ciudades europeas. La experiencia de sentirse turista en Quito resulta agradable y trataré de compartirla.
Primero que nada es un sistema ordenado que respeta los horarios de salida y llegada en los puntos del recorrido. El servicio en el interior del autobús es bilingüe, el guía es amable con los turistas, hay limpieza y orden.
Desde el segundo piso los turistas tienen una vista excepcional e ideal para tomar fotografías, las paradas están bien definidas y el pasajero tiene la posibilidad de descender del vehículo y subirse a otro que pasa por el mismo punto una hora después.
Una parada muy especial es la del Panecillo porque ahí el autobús se detiene media hora y no es necesario esperar el transbordo a otra unidad. El arribo final a la avenida Naciones Unidas se cumple en el tiempo programado y luego comienza un nuevo recorrido en el cual el turista descubre las maravillas del Quito colonial y patrimonial.
Quizá la única decepción que sentí fue al volver a visitar el Teleférico, una obra monumental que estaba destinada a satisfacer las inquietudes turísticas de ver a Quito desde 4 000 metros de altitud en medio de un paisaje deslumbrante.
Recuerdo muy bien que la primera vez que fui al Teleférico fue en el 2005, estaba recién inaugurado, sus instalaciones eran de primer nivel. Tenía escaleras eléctricas, salones de juegos, restaurantes, almacenes de venta de artesanías, estacionamientos cercanos a la entrada, etc.
Hoy se advierte abandono, muchos locales comerciales cerraron sus puertas, no existen cafeterías ni restaurantes en la parte baja de las instalaciones, con la única excepción del Vulcano Park, que sigue siendo un atractivo para los niños. Las cabinas que llevan hasta la cumbre se mantienen en buen estado, arriba hay algunos senderos que están mejor señalizados que antes, pero ese patio de cafeterías y restaurantes que había antes prácticamente desapareció.