Hace exactamente 205 años en la ciudad de Quito arrancó un proceso que 21 años más tarde iba a desembocar la fundación del Ecuador, un país que se iba a inspirar en los héroes de la Revolución de 1809, pero que en la práctica iba a estructurarse sin su presencia, pues para el momento de la conformación del Ecuador, muchos de esos héroes iban a estar muertos, en gran parte por la represión española.
La élite intelectual de Quito iba a estar tan diezmada que tendría una presencia política relativamente escasa en las primeras décadas luego de la fundación del país.
El 10 de agosto de 1809 el Conde Ruiz de Castilla, presidente de la Real Audiencia, fue depuesto de su cargo y reemplazado por una Junta de Gobierno que, en menos de tres meses y viéndose militarmente rodeada, tuvo que devolver el poder al Presidente.
Ahí arrancó la primera persecución a los patriotas quiteños. Ruiz de Castilla encarceló a la mayoría de las cabezas de la primera revolución, a muchos de ellos en el Real Cuartel de Lima. El 2 de agosto de 1810, un levantamiento popular trató de liberar a los cautivos, pero los soldados que los custodiaban reaccionaron asesinando a los presos. Ese día no sólo que se llevó a cabo una masacre en las cárceles y en las calles de Quito, sino que también murieron algunos de los líderes intelectuales del 10 de agosto (como Salinas, Morales o Quiroga).
Dos meses después de la matanza se volvió a formar una Junta de Gobierno que, con la experiencia adquirida desde el intento anterior, esta vez sí pudo mantenerse en el poder por algo más de dos años.
Entre octubre de 1810 y noviembre de 1812, los quiteños tuvieron en la práctica el control de la ciudad y en ese corto período lograron cosas tan extraordinarias como la redacción de nuestra primera Constitución, un texto injustamente poco conocido a pesar de que, en palabras de Fabián Corral, fue, jurídicamente, el “episodio más importante en el proceso de formación del Estado”. Pero entre noviembre y diciembre de 1812 las fuerzas españolas retomaron el control de Quito e iniciaron una implacable persecución a los patriotas. Y ahí sí que se destruyó a mucho de la élite quiteña que, de esa manera, no iba a estar presente en los primeros años de la formación de la República.
Carlos Montúfar fue ejecutado en 1816 y su padre, el marqués de Selva Alegre, moriría en el destierro en 1818. También iban a morir en el destierro el obispo Cuero y Caicedo (que presidió la Segunda Junta), Miguel Antonio Rodríguez (quien redactó la primera Constitución) y un sinnúmero de los políticos e intelectuales más brillantes de la ciudad.
Tal iba a ser la pérdida de la élite de Quito que por casi medio siglo los presidentes del Ecuador iban a ser personas nacidas en otras ciudades: sorprendentemente, hasta 1876 nadie nacido en Quito fue Presidente de la República por un período superior a 10 meses.