Fabián Corral B.

Quito como problema

Por largo tiempo, Quito fue referente histórico, remembranza colonial, capital del país y centro del poder político; fue el símbolo de la república y, al mismo tiempo, escenario de golpes de estado y “escritorio” de las dictaduras. Quito fue la iglesia de la Compañía, la Catedral, la Merced. Fue la armonía arquitectónica y el barroco implantados por los españoles en un remoto valle de los Andes. Y fue la Escuela Quiteña y la artesanía nativa. Fue la Plaza Grande. Y está bien que así haya sido y que así sea, porque, quiérase a no, la ciudad es la memoria y el núcleo de la nación, y el punto de encuentro de las diversidades regionales.

Sin embargo, Quito se ha convertido en un problema y, para salvar la ciudad, hay que admitir que ahora la capital es un escenario de dificultades nunca vistas, de incertidumbres, de angustias que persisten y que crecen. Es una masa urbana sin concepto, es un tumulto que se expande por donde puede, sin idea de qué debe ser, de qué propuesta de vida tiene, de si es es un sitios para la gente o para los vehículos, y si vale la pena sacrificar el centro histórico en beneficio de los buses y de los cálculos políticos, de si es legítimo tumbar árboles y recortar parques ¿Cuáles son los derechos del peatón y del ciclista, cuáles los de los choferes y más conductores, todo ellos cada vez más arrogantes y descomedidos? ¿cabe el ciudadano es este tumulto sin liderazgo?

Y no es problema municipal, solamente. Ni es de ahora. El tema es más complejo: es que Quito, sus autoridades y sus élites, dejaron de pensar la ciudad hace tiempo, renunciaron a planificar la vida urbana en función de ideas, metas y valores. Y todos, Municipio, gremios, grupos de presión, políticos, intelectuales, etc., se quedaron en la perspectiva interesada y corta. Se quedaron en la solución coyuntural, en el parche. ¿Desde cuándo no hay una plan global de la ciudad, una idea de los efectos de su expansión a los valles, que se haya discutido, comprendido y consensuado?, ¿desde los años setenta, desde los noventa? ¿Hay una idea de Quito, o es un “accidente” urbano que crece y se desborda? ¿Pregunto si hay un concepto del Quito? ¿Hay una pasión por Quito? ¿Es esta una ciudad que convoca, que ilusiona, o es un descalabro asombroso que funge de capital?

El Municipio es una entidad perdida entre la politiquería y la mediocridad. No recuerdo que la capital haya llegado antes al extremo de que alcalde, en lugar de representar a la ciudad con la dignidad que Quito se merece, sea un personaje enredado en interminables disputas judiciales, cuestionado y descalificado. La ciudad da pena por su abandono, por la suciedad y la inseguridad y por el nivel pedestre de las disputas que son noticia de todos los días.

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