Los vecinos de Quito no salen de su asombro. Cada semana, o a veces en distintos días de la misma semana, aparecen denuncias preocupantes.
La pandemia de la corrupción que azota al país tiene en vilo a la gente. Ya la pregunta que se formulan en medio de una ironía desoladora, dice: ¿ Hoy qué se habrán robado?
Es verdad que la emergencia sanitaria tuvo sus primeras víctimas en los contagiados y en los fallecidos, que suman miles y acaso nunca sabremos con precisión cuántas personas cayeron en una lucha fatal.
Luego llegó la crisis económica y la caja fiscal quedó más desbaratada que como la dejó el saqueo de la década robada y el trienio de este tiempo perdido.
El impacto social es la tragedia que sigue las dos primeras pandemias. Miles en el abismo del desempleo, pronósticos de pobreza asoladores para tiempos próximos.
Por esa cadena de desconcertantes causas y efectos es que indigna más el repugnante negocio con la salud en emergencia.
Los dineros para los afectados y para medicinas e insumos llegan a manos de unos sinvergüenzas que funcionan en bandas criminales que operan como mafias.
Cuando el dibujo se mostraba en los hospitales del IESS y en dependencias de Salud Pública, llegaron como cascada las denuncias en prefecturas y cantones( Guayas y Pichincha están en la mira).
Los dineros de Quito también parecen haber sido mal empleados y los culpables deben responder con derecho a la defensa.
Muchos huyeron, otros están detenidos y un numeroso grupo de funcionarios deben desfilar ante la justicia.
Todo empezó con las pruebas rápidas. Llegaron miles, aunque todavía no se usa la gran mayoría. Pero el negocio estaba hecho y el sobreprecio parece abultado.
Hay detenidos, prófugos y causas en los tribunales. Dinero público. Es de todos y no es de nadie. Hay que indagar a fondo.
Cuando la tormenta era ya de suficiente sonoridad el dinero del Agua Potable mostraba la desviación a cuentas extranjeras.
El Banco Central puso las cosas claras y ahora le toca también a la justicia. Muchos funcionarios volaron y a otros se los busca.
A renglón seguido la sospechas sobre los millonarios contratos para repavimentar Quito y su secuencia de subcontratos dejan muchos cabos sueltos.
Luego llegan los consultores para campañas de publicidad en la avenida Simón Bolívar. Hay que ver su alcance y detalles pero parecen costos millonarios.
Antiguo, pero no por ello menos importante, es el uso y manejo de la basura. Un gigante cubeto que ya mostraba saturación pone en riesgo la salud de muchas personas y la contaminación de las aguas cercanas. Hay que corregir el rumbo y señalar a los responsables de este desaguisado.
El Concejo Metropolitano pide cuentas. Las sesiones se tornan cada vez más tensas y las preguntas no consiguen las respuestas que los ediles exigen con razón y derecho. Quito está a la deriva. Las empresas municipales, descabezadas. Caos en pandemia.