Al calor de la campaña, Lenín Moreno ha ido tomando cierta distancia respecto de temas innegociables de la llamada ‘revolución ciudadana’: por ejemplo, la Ley de Comunicación, la estructura tributaria y el Ministerio del Buen Vivir. Pero al mismo tiempo ha seguido beneficiándose de un aparato estatal que suma el trabajo ‘en territorio’ a la poderosa propaganda sobre la obra gubernamental.
Los frentes internos de AP se humanaron a trabajar por separado, a juntar esfuerzos y a dejar para después sus diferencias. Dentro de esta estrategia, cada uno tiene su espacio y puede seguir sumando votos para los comicios del 2 de abril. Así, una candidatura que partió en esta segunda parte de lo que podía considerarse su techo (menos del 40% del total de votos válidos) busca sumar el apoyo de los sufrangantes sin candidato.
Hasta hoy, uno de los dos sondeos certificados que se han hecho públicos marca prácticamente un empate (dado que su margen de error es mayor que la diferencia que otorga a favor de Guillermo Lasso), pero sobre todo señala un alto porcentaje de indecisión (alrededor del 18%), lo cual es sumamente llamativo, en vista de que se trata de dos opciones muy diferenciadas y de que solo faltan dos semanas para la elección.
AP ya escogió su ruta y la trabaja a fondo, mientras que Creo-Suma aún no ha logrado jugar el papel de catalizador de la oposición al Gobierno. Obviamente, esa dificultad no se deriva del hecho de que Moreno haya tomado una discreta distancia del presidente Rafael Correa sino de no haber provocado una verdadera ola. Volver a recorrer el país es importante, pero más lo es mostrar acuerdos públicos que animen a los votantes.
En el caso de que en este momento haya un empate -e incluso si no lo hay-, los aspirantes a la Presidencia deben mostrar en estos días no solo su lista de ofertas, sino decirle al país cómo piensan ponerse a tono con una realidad económica e institucional complicada. Desde sus visiones diametralmente opuestas, los dos coinciden en que no se pueden seguir haciendo las cosas a la manera de una bonanza alargada a la fuerza.
Cómo se va a racionalizar el gasto público, cómo se va a reestructurar la deuda, cómo se va a generar empleo, cómo se va a pasar de vivir de las exportaciones de materias primas a una economía más desarrollada. Sobre todo, cómo se tratarán los derechos individuales y colectivos, algo que los gobernantes de las bonanzas suelen olvidar a nombre del ‘bien superior’.Ya es hora, entonces, de que digan cuáles serán las áreas prioritarias en sus primeros meses de gestión y a quiénes piensan confiárselas. Si logran mostrarle al país que lo importante para ellos no es llegar a la Presidencia sino gobernar una nación en dificultades pero viable, quizás puedan despejar la indecisión e inclinar la balanza.
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