Es una pregunta que sacude las conciencias de un pueblo bondadoso y amable que aparentemente no recibió, en su concepción, los genes de rebeldÃa de sus antecesores, que no admitÃan ser vÃctimas de la mentira, del engaño y de la traición. Abundan testimonios históricos, pasados y recientes, de las briosas protestas colectivas cuando actitudes deshonestas y de abuso del poder pretendÃan sorprender al pueblo.
Un paÃs, joya hermosa como el nuestro, con encantos naturales en todas las regiones, con bellas ciudades armonizadas con inigualables construcciones antiguas, con áreas tradicionales y modernas, posee más atractivos que otros paÃses que, sin tenerlos, han hecho del turismo una fuente de ingentes ingresos, a través de complejos recreacionales con servicios que brindan comodidad: piscinas, comedores, bares, baños, vÃas de acceso, transporte adecuado y sobre todo seguridad. En estos lugares han confluido los aportes estatales y los privados como gestores de la fascinación artificial que atrae a tanta gente. Desgraciadamente, nuestra patria está invadida por la inseguridad y por una justicia degenerada que ha sido tomada por polÃticos irresponsables. Están contaminadas varias instituciones y sobre todo una parte de la Asamblea Nacional, ensimismada en el objetivo perverso de buscar la impunidad para sus compañeros que, por haber delinquido, han sido sentenciados. Abundan los bochornos en acciones que, pese a ser antiéticas y reprochables, tienen respaldos mayoritarios. Acabamos de constatar la presentación, en la Asamblea, de un exfuncionario judicial que, en una larga demostración de mediocridad histriónica, se describió como apóstol que era castigado por el demonio, sin embargo, la tan poco ilustrada gente de la bancada que defiende a la corrupción, se impactó y admiró tamaña vulgaridad y muy cerca estuvo sumirse en exaltado éxtasis que culminó en desaforados aplausos, a tan poco profunda y demencial presentación.  Estas actitudes y sus perjudiciales efectos, deben ser frenados por el pueblo consciente, que ha sido ofendido y engañado por quienes ofrecieron trabajar por mejorar las condiciones de vida de la colectividad, pero se han dedicado a defender a delincuentes y a buscar su impunidad. Es inaudito que la juventud pensante, los intelectuales, los colegios profesionales, las federaciones, los empresarios, los trabajadores dignos y la academia miren, con absurdo conformismo, estos procederes, llenos de ilegalidad y de total irrespeto, que desprestigian al paÃs y ahuyentan a los potenciales visitantes y a los inversores internacionales, pues si no truena el grito indómito de la gente honesta, la información que sale al exterior presenta al Ecuador como propiedad de los delincuentes y no de la gente buena y decente. El futuro de la patria, de nuestros hijos y nietos, debe constituirse en el estÃmulo que nos convoque a protestar con decisión y rebeldÃa, para frenar las injusticias, la deshonestidad y la delincuencia.
Limpiemos a nuestro paÃs, salvemos a la niñez y a la juventud, es obligación de todos nosotros impedir que las bandas criminales terminen con la escolaridad y fortalezcan los sicariatos infantiles y juveniles, presionemos a que el gobierno se preocupe por transformar la educación, la salud, el trabajo y nos volvamos actores del rescate de la legislatura, para que esta función, que tanto presupuesto recibe del Estado, a través de nuestros impuestos, trabaje por el paÃs y no por fines protervos que persigue.
No es justo que un reducido número de polÃticos, carentes de ética y de amor patrio, impidan que nuestro hermoso terruño se fortalezca, renazca y presente orgulloso, sus incomparables encantos que, bien aprovechados, lo convertirÃan en uno de los centros más atractivos del mundo.