Borrador de carta (compartida al columnista) de un decepcionado a su compañero de universidad, hoy en el poder… “Estimado NN, te hablo desde la vieja amistad y complicidad de juergas y utopías. He querido escribirte desde hace años, pero el recelo de perder los pocos lazos que quedaban desde tu ascenso al poder, me han impedido hacerlo.
Hoy lo hago dejando el recelo y miedo a un lado, pero, sobre todo, por respeto a la amistad. En efecto, una amistad verdadera es la que se atreve a criticar al que considera su pana.Estimado NN, estuvimos en el mismo tren desde el 2007, aunque yo en un andarivel distinto al tuyo.
Pronto me decepcioné del proyecto y tú te quedaste, cada vez más encumbrado. Por esto me atrevo a decir que por más buenas ideas que tomamos de la gente, no hicimos la revolución.
Hicimos… hiciste cualquier cosa menos la revolución. Aunque tú creas que transformaste las estructuras, no fue así. Claro que removiste muebles viejos, sacudiste el polvo acumulado en años y ordenaste el lugar a patadas. Con la circunstancial mucha plata, gastaste a manos llenas. Pusiste nueva decoración, contrataste nuevos empleados, construiste grandes y lujosos monumentos, dictase nuevas normas. Sin embargo, al pasar el tiempo, la casa y las relaciones de la gente eran las mismas de antes.
En algunos casos peores. ¿Cambió la realidad hacia mejor? No. Fue puro maquillaje.
Pero si cambió algo. Cambiaste tú. Eras y eres inteligente. De académico mediano y tecnoburócrata de tenue brillo, pasaste a lumbrera del gabinete. Entendiste la lógica del poder. Te arrimaste a él y creciste con él. Juraste y practicaste fidelidad absoluta al jefe y ese fue tu mejor pasaporte. No la ideología ni los principios.
Fidelidad. Lo segundo fue vender una imagen de eficiencia adornada de una lustrosa verborrea aprendida de los tantos asesores extranjeros, que recibieron buenos emolumentos, por endulzar tus oídos y ayudar a dar exquisitez a tu lenguaje público.
Sí, el poder te transformó. Se tomó tu ser. Creció tu ego, te encegueció. Carros a la puerta, edecanes, secretarias y un batallón de aduladores esperando tus favores, con seguridad, alteró tu percepción sobre ti mismo.
Tenías una edad corta para las responsabilidades que asumiste. No eras ningún pintado en la pared. Posees tus títulos, aunque no tan deslumbrantes. Con el poder en la mano, lo pusiste al servicio de tus obsesiones.
El entusiasmo juvenil, la inexperiencia, la gana de hacer cosas trascendentes, y sobre todo el quedar bien con el líder te llevó a tomar medidas que afectaron negativamente la vida de miles, de cientos de miles. No obstante, debido al mareo de las alturas, no te das cuenta del daño ocasionado.
Y con la misma cara, sin pedir disculpas, sin autocrítica, quieres postularte a la Asamblea ¿Alguien votará por ti?”.