El miércoles 8 de septiembre por la noche y el viernes 17 del mismo mes representan dos de las fechas más espiritualmente importantes del calendario judío. El Año Nuevo y el Día del Perdón, en ese orden. Al ser el calendario hebreo un calendario lunar, tiene un ritmo distinto al gregoriano que es solar y por lo tanto no coincidirá el inicio del año judío con el 31 de diciembre del calendario gregoriano. Son varias las simbologías que adornan la recepción de la festividad en los hogares, especialmente la del Año Nuevo. El Día del Perdón, en cambio, es más austero y de mayor recogimiento espiritual. Es el día en que comunitariamente reconocemos nuestras transgresiones e intentamos tomar conciencia de ser mejores en el ciclo que se inicia. Es un espacio de reconciliación con uno mismo y con Dios.
Uno de los símbolos centrales de estas fiestas es un cuerno de carnero llamado Shofar. El Shofar data de tiempos bíblicos utilizado para varias ocasiones pero en especial para avisar a la congregación de aquellos tiempos que el nuevo año comienza. El Shofar es utilizado en los servicios religiosos en varias oportunidades. Lo curioso de este cuerno es que debemos escuchar de él tres tipos de sonidos distintos con duraciones distintas. El primero llamado Tekiá que es un único sonido largo. El segundo llamado Shevarim que son tres sonidos más breves pero equivalentes en su duración en el tiempo a una Tekiá y por último la Truá, nueve sonidos más breves aún pero que sumados alcanzan la duración de una Tekiá.
La pregunta que se despierta es ¿por qué la necesidad de tres tipos de sonidos? ¿Acaso con uno sólo no bastaría para anunciar la llegada de un nuevo año?
Probablemente la práctica indicaría que es suficiente un solo sonido. Pero el alma humana exige un pentagrama distinto y necesita de voces diferentes. El Shofar no es sólo un medio de comunicación como lo es hoy la computadora o el celular. No es un instrumento mecánico de acercamiento a Dios. No apun-ta a la razón sino al espíritu. Representa nuestra alma. La diversidad de sonidos y duraciones simboliza la diversidad del alma humana para buscar su propio camino y su propio código para llegar a Dios.
No hay caminos monolíticos ni verdades absolutas para llegar a Él. No existen fórmulas únicas para acercarnos a Dios. Cada uno tiene su sonido, su duración, su melodía y su intensidad.
El Shofar y sus sonidos representan la diversidad de expresión del alma humana en su búsqueda incesante para llegar a Dios. Y esa es la mejor manera de empezar un nuevo año, recordándonos que la humanidad es una sinfonía del espíritu y no un solo musical de un único instrumento. ¡Shaná Tová!, feliz comienzo de año.