La historia de las naciones está llena de líderes que creyeron encarnar las virtudes más excelsas de la condición humana y no dudaron en ser tributarios del elogio servil de sus cortesanos que posteriormente fueron los primeros que le dieron la espalda. No es raro incluso que aquellos que temían más a los adulones que a los adversarios, terminaron de caer en los mismos errores. El emperador romano Julio César, decían que tenía a un colaborador que solo le debía decir diariamente: “recuerda que eres humano”. No sirvió de mucho por supuesto, como tampoco las calificaciones que recibieron Stalin, Kim Il Sung, Mao y muchos otros que pretendieron encarnar las virtudes más excelsas en el manejo del poder. Lo concreto y cierto es que esos elogios son tan efímeros como la vida misma y por lo general rodean de un halo mesiánico y de predestinación a muchos gobernantes cuyo efecto final es desastroso para sus pueblos.
Chávez en plena campaña es uno de ellos al afirmar que si no gana las próximas elecciones “la humanidad está en riesgo”. Nadie en su sano juicio o con las reservas que la racionalidad otorga a las personas para no caer en esos desatinos podría animarse a decir una cosa como esa. Chávez y otros gobernantes sin embargo no solo lo afirman asumiendo la gravedad de esos dichos si no que pretenden que el pueblo hambreado o analfabeto termine por aplaudirlos y creerlos. Esto demuestra el estado de abandono de un sector tan mayoritario de la población latinoamericana que está dispuesto a creer y hacer creer a un mandatario que sus políticas y sus discursos los tienen a él como referencia central cuando en realidad se mofan en privado por sus dislates.
Lo peor en muchos de estos casos es que personas que tuvieron conocimiento y racionalidad por los privilegios de una educación superior y de calidad –incluso en el extranjero- disfruten de estas circunstancias que nos demuestran que en muchos una instrucción universitaria no constituye sin un sustento ético ninguna garantía para el ejercicio de un poder enderezado a construir institucionalidad y por sobre todo fortalecer una vida digna donde la manipulación desvergonzada no se constituya en política de Estado que profundice los niveles de pobreza, marginación y subdesarrollo.
El mesianismo es consecuencia de una sociedad desarmada de convicciones y en donde se entrega al gobernante la posibilidad de usar el poder como mejor le parezca y que ante una falta de oposición no desarrolla los mínimos niveles autocríticos para evitarlo y un pudor cívico que conduzca a modelos de liderazgo basados en el respeto a la verdad y temor al ridículo. Los mesiánicos deben su sostenimiento a la ausencia de una cultura cívica que rechace por indigno e inmoral acciones que ofenden al pudor e insultan a la democracia.