“Monstruo”, “asesino”, fueron algunos de los tantos calificativos que recibió en vida, de parte de diversos sectores de la sociedad peruana, Abimael Guzmán, “el presidente Gonzalo”, el venerado por sus seguidores, máximo líder del “Partido comunista marxista-leninista-maoísta del Perú, por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui”, más conocido como “Sendero Luminoso”, organización político militar-terrorista que declaró, en la década de los ochenta del siglo XX, la guerra por más de 10 años al Estado peruano, y que tuvo el trágico y doloroso resultado de 69.280 muertos y desaparecidos.
Sendero Luminoso perdió la guerra, luego de un desangre brutal del Perú, particularmente de las comunidades indígenas que sufrieron masacres a manos, tanto de Sendero como del estado, del ejército peruano. Resultado de la derrota, Guzmán fue tomado preso y, en un acto simbólico, exhibido al mundo en una jaula reforzada, tal cual una fiera salvaje.
En estos días, luego de casi 30 años preso, el líder de Sendero ha muerto. Perú revive esos momentos de miedo y dolor, no sabe qué hacer con el cadáver del fanático ex profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho. Se teme que sus seguidores hagan de su tumba un lugar de peregrinación, y emerja nuevamente una ola de movilizaciones políticas y violencia.
Ya en vida, la presencia personal del líder causaba susto extremo al Estado. Por esto construyó una cárcel, la más “segura del mundo”, dentro de un recinto militar, para que no se fugue, pero para que tampoco nadie le visite.
Así relata, en su obra La Cuarta Espada, el escritor peruano Santiago Roncagliolo: “La cárcel que encierra a Abimael Guzmán fue construida especialmente para él y es la más segura del mundo. Para fugarse, Guzmán tendría que atravesar paredes de cuarenta centímetros de espesor hechas de concreto armado resistente a explosivos. Después se enfrentaría a siete puertas metálicas custodiadas y a un muro de ocho metros rematado por alambre de púas y vigilado desde varias torres.
El perímetro exterior está resguardado por un campo minado. Si consiguiese atravesarlo, aún le quedarían doscientos metros de pantanos hasta el mar. Si avanzase en dirección contraria se encontraría en plena Base Naval del Callao”.
¿Por qué tanto pavor a Abimael Guzmán? Seguramente porque las causas, para que surjan psicópatas, asesinos o mesías populistas, que se auto colocan como redentores de los pobres, no han sufrido mayor alteración. Allí están desde la colonia, economías y sociedades inequitativas y excluyentes, dirigidas por unas élites sordas, ignorantes y cegadas por una codicia desenfrenada y respaldadas por unas clases medias, en su mayoría, racistas e indiferentes.
La ruta es clara si no se quiere que surjan senderos luminosos o populistas mesiánicos: hay que ejercer más democracia, equidad y justicia social.