El próximo Chile

Pasar unos días en Santiago puede ser una experiencia rara. El avión a medio llenar, aeropuerto con menos personas, el humor afectado de los chilenos, calles menos transitadas a partir de las 6 de la tarde.

Ya se ha comentado mucho de los grandes problemas que procuran explicar lo ocurrido, pero que su éxito pasado sea calificado como frágil incluso por muchos chilenos, reconociendo con tristeza la incapacidad de haber actuado de manera oportuna en aquellos problemas sociales, que si bien se sabían, no se les dio sentido de urgencia, eso sí es fuerte.

Tomo un taxi para dirigirme a una reunión en el centro moderno de Santiago. Me llama la atención un grafiti que dice: “Que tus privilegios sean mis derechos”. Recuerdo que es dedicado a la primera dama por un desafortunado comentario telefónico que se hizo viral. En el recorrido me llama la atención la cantidad de negocios de planta baja como farmacias, hoteles, restaurantes, sucursales bancarias, librerías, con sus vidrieras forradas de tableros de madera para protegerlas de posible vandalismo.

Aunque cada día a partir de las 5 de la tarde algunas manifestaciones continúan, la ciudad ha ido recobrando alguna normalidad, pero no así la moral de los habitantes.

En todas las reuniones escuché la desproporción entre el nivel de violencia y el bajo nivel de represión por parte de carabineros. Aunque estos últimos usaron perdigones que causaron heridas oculares graves, algunos piensan que la violencia callejera tomó más cuerpo por la falta de contundencia en la represión. El propio presidente ha sido criticado por haber sido blando en esto, y demasiado impulsivo en otorgar ciertos beneficios lo que incentivó salir a las calles por más.

El gobierno, sorprendido como todos de estos hechos tan espontáneos como violentos e imparables, y para evitar problemas futuros con temas de derechos humanos, acertó en escoger no usar al extremo las fuerzas armadas, como algunos esperaban, y tratar de resolver la situación con el mundo político, obligándoles a tomar posición a cambio de ofrecer una salida hacia una nueva Constitución empezando con un mecanismo de plebiscito y luego un proceso que tardaría dos años hasta el resultado final. Esto causa gran incertidumbre, por lo que se espera dos años de bajo crecimiento económico y nuevas medidas de nivelación social al nivel de las aspiraciones de quienes salieron a reclamar masivamente y así sostener los ánimos.

Si se mantienen algunos elementos del modelo económico el país iría hacia un capitalismo más inclusivo. Si las expectativas son desbordantes, la disciplina económica puede ser abandonada, estancándose en la mediocridad. Al final, por su fuerte institucionalidad y resiliencia, lo importante es aspirar que el país salga fortalecido.

rsalas@elcomercio.org

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