Ya se podrán imaginar, cuando toda esta sedición sea sofocada, la magnitud a la que llegarán los daños ocasionados en tantas actividades, propiedades, empresas, pequeños negocios, en trabajadores informales, servicios públicos, en el costo de la vida, en la gente pobre y trabajadores que debieron usar medios como camiones, volquetas, para llegar a sus sitios de trabajo pagando tarifas exorbitantes; en fin, en toda la diversa gama de labores que con mucho esfuerzo ha creado nuestro país con el emprendimiento de millones de seres humanos durante muchos años.
La excusa de todos estos violentos, con las excepciones de aquellos ingenuos que creyeron que era un movimiento pacífico que buscaba las 10 reivindicaciones conocidas, muchas de ellas contradictorias con sus propios objetivos, sirvieron de tapadera para encubrir el afán de tumbar al gobierno justo en la etapa que el país empezaba a sacar la cabeza y ofrecía la esperanza de reencontrarse con un horizonte que permita curar los daños e inequidades que no los resolvieron quienes administraron la abundancia, le endeudaron al gobierno hasta el cuello y, para mal de males, al pobre país luego le cayó encima la pandemia.
Culpar a la política económica, como lo hacen algunos dirigentes conocidos y adversarios radicales del gobierno es hacerle el juego a estos grupos minoritarios violentos que utilizan y deforman la democracia para hacer de las suyas, pues los levantados no son demócratas. No creen en la libertad y peoren los derechos de las personas. No buscan el diálogo porque carecen derazones para defender sus tesis. En fin, se aprovechan de la degradación de unmovimiento indígena legítimo y conceptual convertido en un campamento quelos encubre.
La simpatía que algunos (muchos en algún momento) tenían por lasreivindicaciones indígenas se ha convertido en aversión. En ira y por ahora enfrustración. Pero, no se confundan pues el límite está muy cercano y a un pasode crear anticuerpos. Piénsenlo bien. La paciencia de Job es historia.