La celebración del Día Mundial del Ambiente ofrece una oportunidad para reflexionar sobre los logros alcanzados y los retos que aún enfrentamos para salvaguardar nuestro planeta.
La toma de conciencia sobre los efectos negativos que las actividades humanas pueden tener sobre el medioambiente, es relativamente reciente. Las reuniones convocadas por Naciones Unidas, a partir de la Primera Cumbre de la Tierra en 1972, han contribuido de manera significativa a generar un movimiento de opinión global en defensa del medioambiente. Desde entonces, los gobiernos y la sociedad civil son cada vez más conscientes de que el desarrollo económico debe considerar su relación con el entorno natural. No hacerlo es exponer a la humanidad a retos de alcance desconocido, como el cambio climático, la degradación de los suelos o la disponibilidad de agua, entre otros.
Hoy en día, contamos con una arquitectura global para procurar la protección de nuestro planeta y permitir un desarrollo sostenible, fruto de los acuerdos alcanzados en Río de Janeiro en 1992 durante la Segunda Cumbre de la Tierra. En esa ocasión, los Estados suscribieron tratados destinados a proteger el medioambiente en sus principales dimensiones: desde el cambio climático hasta la protección de la diversidad biológica, pasando por el combate a la desertificación, la protección de bosques y masas forestales y el reconocimiento explícito del vínculo entre medioambiente y desarrollo. La reciente Cumbre de Río+20 ha reafirmado esos compromisos.
En este breve recorrido, Ecuador, uno de los países que más riqueza y diversidad biológicas atesora, ha sabido jugar el papel que le corresponde. El país es signatario de los principales tratados de protección del medioambiente y se ha posicionado como un actor importante en el debate internacional gracias a lo vanguardista de sus propuestas.
Ecuador es el primer país del mundo que reconoce constitucionalmente a la Naturaleza como sujeto de derechos. Ecuador también ha hecho del Buen Vivir, que tiene como base la conservación y manejo sostenible de los bienes y servicios ambientales, su paradigma de desarrollo. La iniciativa Yasuní-ITT, por la que el Gobierno propone la no explotación de parte de sus recursos petrolíferos, es un ejemplo de esto.
Desde Naciones Unidas, nos sentimos honrados de haber acompañado al país en estos procesos. En este nuevo período de Gobierno que ahora inicia, continuaremos nuestro apoyo a los esfuerzos para que la protección de los derechos de la naturaleza siga siendo un elemento central del accionar del Gobierno, que contribuya efectivamente a las transformaciones que este impulsa para luchar contra la pobreza y reducir las desigualdades en el país.