¡Más protagonismo de la historia!

En estos días se presentó la tercera edición de la Nueva Historia, que como bien reconoce su editor, Enrique Ayala, ya no es nueva, pero que aún enseña. La presentación, coincide con los 30 años del lanzamiento de esta obra, producto de un enorme esfuerzo colectivo de una generación de historiadores y cientistas sociales.

La Nueva Historia fue una ruptura con la historia tradicional. Se levantó como alternativa contra el positivismo, la narración lineal, la exaltación de los grandes personajes. Fue una apuesta por mirar los procesos, económicos, políticos y sociales, pero también fue un acercamiento a otros temas: la actoría de los movimientos sociales, la cultura, la vida cotidiana. Innovó la periodización y planteó diversos conceptos claves para entender nuestro pasado. Pero, tal ruptura tuvo matices signados por una historia que estaba dando sus primeros pasos hacia la profesionalización, por un materialismo histórico mecanicista y por buen número de escritores de historia, que venían de diversas corrientes teóricas y metodológicas como la sociología, economía, antropología y filosofía.

La Nueva Historia influyó en múltiples campos, sin embargo, a pesar del esfuerzo de sus editores, su impacto fue relativo en un sistema educativo impermeable a la innovación, también durante el correato, que se puso en guerra contra el pensamiento crítico y las humanidades, y más bien manipuló la memoria para afirmar su concepto refundacional. La prueba de ello es que la historia tradicional, la del memorismo, tiene plena vigencia en escuelas y colegios hasta el día de hoy, promovida por el sistema de evaluación estandarizado.

La presentación de la Nueva Historia, sin proponérselo, es una crítica a las actuales generaciones de historiadores que no han compilado, en otra gran obra colectiva, los avances historiográficos de los últimos 30 años. Gonzalo Ortiz, señala que “La Nueva Historia del Ecuador fue primero un movimiento y luego un libro. Un libro, en 15 volúmenes”. Hoy no tenemos ese movimiento, lo que explicaría que no dispongamos de la tan necesaria novísima historia. Por fortuna, la CEN y la U Andina promoverían una historia contemporánea.

En el ahora y el mañana, enfrentamos el avasallante avance de la atomización, del extremo individualismo, de la disincronía, del debilitamiento del ser colectivo; una salida es retejer lo colectivo y recomponer el sentido temporal y estratégico de la sociedad, a través del conocimiento histórico.

En la presentación de la Nueva Historia, a la que asistió el Presidente Moreno, Enrique Ayala hizo pública una gran noticia: el mayor protagonismo de la historia en el pensum, propuesto al Presidente, en lo que estaría de acuerdo, traería la inaplazable revisión del bachillerato.

mluna@elcomercio.org

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