Como parte de las tradiciones, no está por demás que el inicio de año (o de nueva era de los mayas), y ya que no se acabó el mundo, sea para llenarse de buenos propósitos. Que el 2013, que empezó además, un martes, sea de buena suerte. Que, aunque los monigotes del 2012 fueron enormes, fortachones y verdes representaciones de Hulk, Avengers, Hombres Araña, Mickey Mouse y la pata Deisy, símbolos del imperio capitalista, contrarios a la bienamada revolución y a las más arraigadas tradiciones ancestrales y populares, se hayan llevado los malos ratos, los títulos falsos, los atropellos, las injusticias, las iracundias sabatinas, el tedio, el miedo, la autocensura y el encono. Que el fuego haya consumido todas las miasmas y sinsabores del año pasado y que de las cenizas renazcan cosas nuevas, esperanzas y alegrías. Que el 2013 sea el año del respeto a las diferencias, de la tolerancia, de la paciencia, de los abrazos, de la música y de la poesía.
Ya que el año arranca con campaña electoral, habrá que desear que la campaña sea limpia y que los candidatos encuentren algún experto en marketing para que puedan competir medianamente con la magnífica publicidad oficial que vende el sueño ecuatoriano, cambia las letras de las canciones de Joaquín Sabina, llena cuadras enteras de estilizados e impecables banners, carteles y letreros, y se cuela en todos los hogares a través de la radio y de la televisión, públicas y privadas, mercantilistas y no mercantilistas, en publicidades autorizadas por el CNE, con código incluido.
Y si hablamos de reformas en la justicia, habrá que desear que las chicas y chicos de Luluncoto puedan recu perar su libertad, sus sueños, sus quehaceres cotidianos para que, en efecto, y como dice también la propaganda, se pueda volver a creer en la señora de la balanza.
Ya que somos tan conscientes de la importancia megadiversa del Yasuní, habrá que rogar y cruzar los dedos, para que al Curaray le dejen en paz en cumplimiento de los derechos de la naturaleza, además de pedir que se sinceren los pasos dados para la explotación del ITT, para que las comunidades sepan a qué atenerse.
Que los acuerdos sean justos. Que los negocios, transparentes. Que los bonos no se ofrezcan ni se repartan a empujones y empellones. Que los funcionarios acepten, con algo de humildad, las críticas y las opiniones divergentes, sin enojos ni demandas. Que la prensa haga su trabajo a conciencia y responsabilidad, con argumentos y con documentos y cada vez, con menos erratas, para “no dar papaya”.
Ya… es mucho pedir… pero para eso están los buenos propósitos… ¡Ah!… y que puedan pagar todas sus deudas adquiridas como parte del fin de año, a tres, seis, 12 meses con o sin intereses… en esta época de socialismo hiperconsumista. Habrá que desear también que no baje el precio del petróleo porque de lo contrario ¡sonamos!