Los temas ambientales figuran de modo recurrente en la agenda internacional y constituyen motivo de preocupación de la comunidad de naciones por la creciente depredación de la naturaleza, cuyos efectos negativos proceden básicamente de la acción humana. Por eso se acompañó con vivo interés el desarrollo de la XIX Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático, celebrada en Varsovia (Polonia) del 11 al 22 de noviembre último, con base en la Cumbre de Doha, reunida el año anterior.
Es útil citar a vuelapluma el origen cronológico de este tema. Ya en el siglo XIX se mencionó por un científico de la época el fenómeno de la “lluvia ácida”, como efecto de la contaminación ambiental. Pero el primer esfuerzo universal para encarar el problema se concretó en la convocatoria de la ONU a la Conferencia sobre Medio Ambiente Humano, realizada en Estocolmo en 1972, que produjo una importante Declaración, con 23 principios específicos sobre la materia. El siguiente paso fue la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, que adoptó varios instrumentos trascendentes. Desde entonces se han realizado conferencias cíclicas, no siempre satisfactorias, porque no se han armonizado debidamente los intereses de los países en vías de desarrollo y los desarrollados, que son los que más contaminan el ambiente por su actividad industrial. Estamos aludiendo a Estados Unidos, Europa y China.
En la Cumbre de Varsovia, 192 Estados analizaron los efectos del cambio climático y fórmulas para reducir las emisiones contaminantes, a la luz de la Convención de Río de Janeiro sobre la materia. Se produjeron pequeños avances para aproximarse a los contenidos de la venidera Cumbre de París de 2015, en cuanto a reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, consideradas por la comunidad científica como responsables directas del calentamiento global. En este punto, acordaron intensificar los preparativos nacionales para poner de presente en París su “contribución” a la disminución de los niveles de contaminación ambiental. Importa advertir que las potencias industriales, en ejercicio de un claro eufemismo, optaron por emplear la figura de “contribución” en vez de “compromiso”.
Las delegaciones acordaron mantener un fondo de financiación a largo plazo, contra el cambio climático, por cien mil millones de dólares anuales, y se hizo un llamamiento a los países desarrollados para que movilicen esa suma a partir de 2020. Se consideró también un mecanismo de ayuda, por pérdidas y daños, a los países más vulnerables, como en el caso de Filipinas.
En síntesis, la comunidad internacional se comprometió a adoptar, dentro de dos años, en la Cumbre de París, un acuerdo global vinculante que entraría en vigor a partir de 2020.