Todos los años en septiembre, muchos de los presidentes, primeros ministros y cancilleres del mundo viajan a Nueva York para pasar unos días. Llegan para dar inicio a la sesión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, para pronunciar discursos que suelen recibir más atención en sus países que en el auditorio y -en lo que sería el equivalente diplomático de un programa de citas rápidas- para marcar en sus cronogramas la mayor cantidad de reuniones humanamente posibles.
También existe la tradición de designar una cuestión o problema específico que requiera una atención especial, y este año no será una excepción. El 19 de septiembre será un día dedicado a discutir la situación de los refugiados (así como la de los inmigrantes), y qué más se puede y se debe hacer para ayudarlos.
Es una buena elección, ya que hoy se calcula que hay 21 millones de refugiados en el mundo. Definidos en un principio como aquellas personas que abandonan sus países por miedo a la persecución, los refugiados ahora también incluyen a quienes se ven obligados a cruzar las fronteras como consecuencia de conflictos y violencia. El número se incrementó respecto de hace apenas cinco años debido al caos que reina en todo Oriente Medio. Hoy, sólo de Siria proviene casi uno de cada cuatro refugiados en el mundo.
La atención de las Naciones Unidas no refleja solamente el incremento en la cantidad o una mayor preocupación humanitaria por el sufrimiento de los hombres, mujeres y niños que se han visto obligados a abandonar sus hogares y sus países. También es una consecuencia del impacto del flujo de refugiados en los países de destino, donde la política se ha visto sacudida en un país tras otro.
En Europa, la mayor resistencia política a la canciller alemana Angela Merkel, el voto del Brexit y el creciente atractivo de los partidos nacionalistas de derecha se pueden atribuir a temores reales e imaginados generados por los refugiados. La carga económica y social en países como Jordania, Turquía, Líbano y Pakistán, a los que se les está pidiendo que den acogida a grandes cantidades de refugiados, es inmensa. También existen temores de seguridad sobre si algunos de los refugiados son terroristas reales o potenciales.
En principio, hay cuatro maneras de hacer algo significativo respecto del problema de los refugiados. La primera y fundamental es tomar medidas para asegurar que la gente no tenga que huir de sus países o, si tiene que hacerlo, crear condiciones que le permitan regresar a su hogar. Pero esto exigiría que los países hagan algo más para poner fin a los combates en lugares como Siria. Desafortunadamente, no existe un consenso sobre qué es lo que esto requeriría y, aún lo que no hay es la voluntad suficiente como para comprometer los recursos militares y económicos que harían falta.
*Project Syndicate
Columnista invitado