Las autoridades han dicho que el problema de la economía está en el sector externo. Tras la caída del petróleo –argumenta el Gobierno– la balanza comercial se tornó negativa y para evitar que ese desequilibrio empeore se aplicaron salvaguardias.
Es verdad que la situación de la balanza de pagos es preocupante: entre septiembre y enero pasados, la reserva internacional ha caído en 3 000 millones de dólares, es decir -45% en solo 4 meses. Anualizada, esa tasa es de -135%, nada menos.
El descenso de la reserva ha provocado, a su vez, que –durante el período antes señalado– los depósitos a la vista del sistema financiero hayan caído en más de 500 millones. La mayor parte de esa reducción se debe a disminuciones de los depósitos de empresas públicas y organismos seccionales.
También entre septiembre y enero pasados, la cartera vencida de los bancos privados y las mutualistas aumentaron en 11% y 4%, respectivamente.
Existen, por tanto, claros indicios de que el sector público y el privado atraviesan por un bache de liquidez. ¿Cómo se combate un problema de este tipo? Con política fiscal, no con medidas arancelarias.
El descenso de la reserva internacional y, por tanto, de la liquidez disponible en la economía, no se detendrá con aranceles más altos. De hecho, el Gobierno podrá seguir subiendo esas tasas y la posición deficitaria de la balanza de pagos seguirá inalterable porque el precio del crudo será insuficiente para financiar el excesivo gasto público que, al final del día, se traduce en importaciones.
Si no se reduce el gasto estatal, el sector externo continuará perdiendo recursos y las autoridades se verán forzadas a imponer mayores restricciones al comercio exterior y al flujo de capitales, como han hecho Venezuela y Argentina.
Si tuviéramos moneda propia, una devaluación tampoco hubiera servido. Los casos de Venezuela y Argentina siguen siendo ilustrativos: los desequilibrios externos que sufren esos países no han sido controlados a pesar de las devaluaciones sucesivas que han sufrido sus respectivas monedas, por el simple hecho de que sus autoridades no cerraron las brechas fiscales reduciendo gastos sino contratando más deuda.
Hoy por hoy, la pérdida de valor del peso y el bolívar es tan abrumadora que las autoridades han debido tomar medidas para detener la devaluación galopante de aquellas monedas.
El problema esencial de la economía ecuatoriana es fiscal, no externo. Para solucionarlo, hay que cerrar la brecha fiscal con mayores recortes de gastos –corrientes, sobre todo– y no contratando más deuda. Solo cuando se haga eso, recuperaremos el equilibrio en el sector externo y protegeremos la liquidez y la dolarización.