Los candidatos que han calificado para la segunda vuelta electoral tienen altos niveles de rechazo, cerca de un 70% de los electores, en un caso, y 80% en el otro, prefirió no votar por ellos. Estos niveles de rechazo se deben, en parte, a las calificaciones personales de los candidatos, pero también a lo que ellos representan. Uno representa al populismo de izquierda y el otro al liberalismo de derecha.
El rechazo al populismo de izquierda se debe a las terribles experiencias en otros países, a la triste caravana de pobreza que huye de esta plaga política y a los tenebrosos recuerdos que dejó en nuestro país: persecución a líderes sociales, periodistas y medios de comunicación; desapariciones y cárcel para los opositores; sobreprecios y coimas en la obra pública; condenados, procesados y prófugos de la justicia. Puede haber un porcentaje del electorado que se adhiere, como el fanático, sin considerar las consecuencias, pero para la mayoría que prefirió otras opciones, no será fácil ignorar lo que representa el candidato de la tendencia.
El rechazo al liberalismo de derecha se debe a las terribles condiciones de vida en un país con pandemia mal manejada, índices crecientes de desempleo, desigualdad crónica y altos niveles de evasión de impuestos. Un electorado inducido al resentimiento con la empresa y la banca, ve en el liberalismo de derecha el origen de su desgracia.
La segunda vuelta electoral es una nueva elección, los candidatos finalistas deberán hacer cambios profundos en su propuesta, y no será fácil. Los políticos predican el cambio pero a ellos les cuesta mucho cambiar. No conocen sino gobierno y oposición, raramente se habla de gobernabilidad, de acuerdos de largo plazo, de estabilidad.
El candidato de la izquierda populista debiera decir en qué es diferente del caudillo que lo promovió, cuáles son los cambios que implementará para hacer del populismo de izquierda una corriente democrática, de qué se arrepienten, a quién piden disculpas y qué reparaciones están dispuestos a hacer. Tiene que hacer imaginar a la mayoría que es posible un populismo civilizado.
El candidato de la derecha liberal debiera establecer distancia con la banca, y los empresarios para formular un proyecto para todos. La generación de riqueza es un objetivo nacional para crecer, crear puestos de trabajo y mejorar las condiciones de vida, pero a condición de que proponga, al mismo tiempo, una vía convincente de distribución de la riqueza.
Más de un tercio de los electores se apartó en la primera vuelta electoral de la izquierda populista y la derecha liberal; al buscar tendencias más de centro, envió un mensaje a los candidatos finalistas. Si son capaces de captar el mensaje y de introducir los cambios que ese mensaje reclama, conquistarán el voto de la mayoría. Si no son capaces de cambiar, o creen que no les está permitido, demostrarán que son prisioneros de lo que representan.