El camino para encontrar la verdad es más difícil que el de aplicar la justicia. A los 40 años del cruento golpe contra Salvador Allende y la Unidad Popular existen difíciles conclusiones. Lo encontrado, explicado y jamás justificado, sin embargo aprueba el propósito táctico de la búsqueda prioritaria de la verdad, sin la cual nunca se podrá aplicar la justicia. Basta escuchar a las víctimas sobrevivientes de la tragedia chilena para comprender que más apremiaba saber qué pasó y dónde estaban, antes que iniciar precipitados procesos contra funcionarios de Estado que aplicaron el horror, al mejor estilo de la Gestapo hitleriana .
En este contexto, en el Ecuador es necesario repasar los parámetros de la lógica para reivindicar que la verdad es prioritaria. Gobierna un régimen exitoso que se extenderá por una década o más y que, además del valor del petróleo, goza de la excepcional coyuntura de carecer de oposición salvo escasas y honrosas excepciones individuales -no colectivas- dentro y fuera del Parlamento. Junto a ellos, otros confunden el garabato publicitario y oportunista con la acción diaria y valiente de un contrapeso al poder reinante.
En el caso chileno hay que destacar que la búsqueda de la verdad nació de una disciplina sistemática de la investigación. A los pocos meses del golpe, la Iglesia Católica y abogados que podían ejercer sin peligro empezaron a organizar los archivos de quienes estuvieron y nunca más se supo donde estaban, de los que habían sido víctimas del terror en centros como Villa Grimaldi -Michel Bachelet es parte de esa historia- y de quienes podían aportar datos para procesos posteriores. Así se logró descubrir fosas ocultas y hasta sitios en el mar donde fueron arrojados los cadáveres.
Es probable que no se haya satisfecho las ansias de justicia contra los asesinos, pero por lo menos el recuerdo se ubicó en el nicho de un cementerio para acompañar las fotos de los seres queridos.
La lección trascendió las fronteras de la estrella solitaria hacia esa incomprensible América Latina. Su mayor enseñanza consistió en el arrojo de la organización de militantes y ciudadanos que, valoraron las ventajas de las coincidencias por encima de las discrepancias.
Acoplada la experiencia araucana a la realidad nacional, surge la pregunta de cómo es posible que quienes parece que transitan en el cauce alternativo a la revolución ciudadana, desconozcan cómo marchó el país en los últimos años. ¿Cómo explicarán que la justicia fue inmediata en algunos casos y en otros se dilató en tiempos preñados de prevaricato? ¿Dónde estuvieron estos Anás y Caifás cuando no preguntaron por qué tanta movilización y propaganda por el Yasuní ante los ordinarios resultados que se esperan? Sería espantoso que, después de algunos años, se descubra que también eran parte de alguna venta anticipada como los municipios amazónicos .