Son innegables los resultados positivos del primer año del gobierno del presidente Lasso en vacunación contra el covid-19, ordenamiento de la macroeconomía, especialmente las finanzas públicas, inicio de negociaciones en busca de tratados comerciales bilaterales y multilaterales, lucha contra el narcotráfico, e inscripción del país en el concierto mundial.
Pero junto a las luces hay varias sombras. Así, el aumento brutal de la inseguridad ciudadana, con centenares de asesinatos y atentados violentos. La ausencia de una estrategia política con la Asamblea para la aprobación de leyes y reformas necesarias. La falta de acción efectiva para perseguir el dinero de la corrupción. La crisis carcelaria, que ha provocado más de 500 asesinatos de privados de libertad. La destrucción de varias vías que ha dificultado el transporte eficiente y confiable de personas y mercaderías. La inexistencia de medicinas en hospitales públicos, pese a los continuos ofrecimientos de resolver el problema.
Extraña actuación de algunas unidades de las Fuerzas Armadas, como la del radar de Montecristi, que operó unos días y lleva más de 6 meses paralizado. Inestabilidad en el gabinete ministerial y en los altos mandos de las FFAA y la Policía sin razones aparentes, lo cual crea incógnitas y desconfianza. La ausencia de un programa de información -no de propaganda- que dé a conocer a la ciudadanía la acción del gobierno. Y, por último, sin ser un listado exhaustivo, inexplicable deterioro en servicios básicos para el ciudadano, como la obtención de la cédula de ciudadanía, el pasaporte, la licencia de conducir, que habían logrado altos niveles de eficiencia.
El gran reto para el presidente Lasso, a partir del 25 de mayo, es iniciar con vigor la etapa de realizaciones, para lo cual será necesario contar con un equipo capaz y experimentado que ponga en marcha cada uno de los sectores, sin necesitar el impulso del jefe de Estado.