Luego de una campaña en la que el candidato ganador llevaba una gran ventaja sobre sus rivales, dada su condición de Mandatario en funciones, los resultados arrojados en las urnas son los esperados. Seis años en el poder permiten que se copen todos los espacios. Si a eso se agrega una acción proselitista bien diseñada, que gran parte de la población atribuye a la gestión presidencial el bienestar que está experimentando aupado por una nueva bonanza petrolera y que el Gobierno pone su rúbrica en la obra pública, a nadie puede extrañar lo conseguido. Además, si se tiene en cuenta la pobreza de argumentos de ciertos candidatos y la destemplada retórica de los que ayudaron en un inicio a que el grupo en el poder se consolide, ha permitido que literalmente al movimiento gobernante arrase en las urnas. Los reportes de grupos especializados arrojan conclusiones inequívocas. Este Gobierno, en ese aspecto, se parece a lo que en su tiempo en Brasil se decía de Lula. Estaba en el poder apoyado por el partido de los trabajadores quienes se sentían parte del Gobierno lo percibían como suyo, pero al tiempo el sector financiero estaba encantado con las utilidades que percibía.
Acá pasa algo parecido. Los que no tienen empleo reciben asistencias del Gobierno vía bonos y algunos servicios gratuitos. La clase media, principalmente esa que engrosa las filas de los servidores públicos, se encuentran a sus anchas por la capacidad adquisitiva que experimenta.
Hay crédito para autos, electrodomésticos y vivienda. Suficiente para sentirse parte de la modernidad. Los negocios, empujados por el dinero en circulación, arrojan utilidades importantes. Todos contentos. Muchos que apoyaron al candidato ganador se habrán preguntado ¿para qué cambiar? Por otro lado, el modelo aplicado muestra sus aristas. Su principal debilidad radica en si es o no sostenible en el tiempo. La sensación de bienestar que se experimenta se sustenta en el alto gasto gubernamental, ayudado por los ingresos extraordinarios de las exportaciones de crudo. La creación de nuevos impuestos ha sido la otra fuente de recursos. Pero al parecer éstas son insuficientes para saciar el desmedido apetito fiscal que busca más y más ingresos.
A partir del nuevo período, el Gobierno contará con todos los espacios para aplicar lo que, en su concepción, se requiere realizar. Ellos deberán diseñar los programas y políticas y en el futuro tendrán que responder por su implementación. Tienen todas las herramientas en sus manos para imponer el rumbo que consideren conveniente. Los aciertos o errores serán de su incumbencia. Pero no por ello se puede renunciar a expresar un punto de vista. Esa tarea habrá que continuarla, aun a riesgo de ir contracorriente de los que se han expresado en las urnas. No necesariamente constituir mayoría automáticamente confiere un halo de infalibilidad.