Prevenir, no lamentar

‘Más vale prevenir que lamentar”, un dicho popular que calza perfectamente con los nuevos modelos de anticonsumo que se intentan instalar. Apliquemos el mismo dicho a la conservación del patrimonio que en nuestro país sigue siendo emergente; es decir que cuando el bien está muy deteriorado solo entonces intervenimos en él. Si hablamos de salud preventiva también podemos hablar de conservación preventiva del patrimonio. No hay duda de que el cambio de hábito de la cultura del desperdicio y daño, al de mantenimiento periódico de un edificio o un archivo, reduce los riesgos de pérdida, aminora costos e involucra responsablemente a la misma comunidad dueña o mantenedora, instiga la corresponsabilidad con el Estado.

Este cambio de paradigmas ha sido exitosamente discutido en Cuenca en el marco del III Encuentro Precomos. Desafíos de la conservación preventiva, coordinado por el proyecto VLIR Manejo y preservación de la ciudad patrimonio mundial de la Universidad de Cuenca, como parte de las actividades compartidas con la Cátedra Unesco Conservación preventiva, monitoreo y mantenimiento de monumentos y sitios. El encuentro articuló temáticas sobre la conservación preventiva, la economía y los recursos, procesos de monitoreo que exige este cambio de acciones. También se discutió sobre la efectiva participación de la comunidad, la valoración y apoyo a la tradición artesanal, la presencia de organismos no gubernamentales que vienen haciendo una sostenida práctica de apoyo en los últimos 20 años como la ONG flamenca Monumentenwatch o las incipientes y valiosas experiencias locales en el caso de Susudel en Azuay.

Algunas participaciones, sobre todo las del Ministerio Coordinador del Patrimonio, el INPC o los gobiernos locales, resultaron esclarecedoras de las políticas de Estado y el cuerpo legal que ampara las actuaciones. Está claro que el impulso enorme dado por el Estado a partir del Decreto de Emergencia de 2008 permite implementar dichas políticas y que la conservación preventiva está contemplada en muchos de los artículos. Hubo intervenciones de carácter puntual que señalan conflictos: la falta de criterio que aún prima en la institucionalidad neoliberal municipal al intentar ‘higienizar’ plazas como la emblemática de San Francisco en Cuenca; o los fallidos casos de la intervención comunitaria en donde han primado otros intereses al del bien común como el de la plaza de Santo Domingo en la misma ciudad; la urgencia de la Historia o la Antropología no como ciencias auxiliares sino indispensables antes, durante y después de las intervenciones construyendo y reinventando las multivocales memorias locales.

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