Prevenir la derrota

Con una gran dosis de cinismo, Alianza País bautizó con el nombre de “Código de la Democracia” a un instrumento jurídico diseñado para perpetuar la revolución ciudadana y esterilizar cualquier opción democrática que amenace su poder y permanencia. Las normas aprobadas reducen severamente –o liquidan- las posibilidades electorales de la Oposición y despejan las últimas dudas sobre la vocación autoritaria del Régimen. El flamante Código marca un nuevo hito en la construcción del estado totalitario que partió con la supresión del Congreso en el 2007 y la posterior captura de las instituciones centrales del sistema político ecuatoriano.

El Código concibe un esquema electoral fundado en dos pilares primordiales: limitaciones radicales a la cobertura periodística en campañas electorales y un desbalance grotesco en favor de la publicidad oficial parapetada en la “necesidad” de informar al pueblo. La imposibilidad de realizar reportajes que “favorezcan” o “perjudiquen” a un candidato impedirá que los medios independientes escruten a los candidatos y presenten sus antecedentes, pensamiento y visión. La promoción política quedará reducida a simples mensajes publicitarios insertados en franjas oficiales y los electores deberán juzgar las candidaturas a partir de sonrisas e imágenes impostadas. Una manera muy eficaz y expedita de vaciar la democracia y reducirla a un mero juego propagandístico y publicitario. Un terreno, claro, en el que AP no tiene contendores gracias a los enormes aparatos comunicacionales que controla.

Si el Código de la Democracia hubiese regido en el pasado, AP jamás habría llegado al poder. La cobertura que obtuvo de los medios junto a sus acciones independientes de comunicación –sin franjas controladas por el Gobierno— determinaron el triunfo del 2006. El primer reportaje sustantivo que ubicó a Correa en el radar político provino de EL COMERCIO. Muchos medios escritos, televisados y radiales exploraron también la candidatura del actual Presidente y presentaron su perfil con objetividad y positivismo. Basta recordar el entusiasmo febril y casi militante de Carlos Vera en la defensa de AP y la Constituyente. Bajo el nuevo Código de la Democracia un periodista como Vera estaría proscrito, enjuiciado y hasta preso.

Las nuevas reglas reflejan la deriva autoritaria del Régimen y su fundado temor frente a los comicios del 2013. Es evidente que la revolución ciudadana se ha debilitado y que el flanco más débil se ubica en la Asamblea. Todos los sondeos muestran una brecha enorme entre los niveles de aceptación del Presidente y los asambleístas encabezados por el inefable Corcho. Los datos objetivos señalan que AP perdería el control de la Asamblea –y del Estado, claro- bajo unas elecciones legislativas libres y limpias. Por ello se vuelve necesario un “Código de la Democracia”.

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