Presuntos

Presuntos violadores, presuntos coimadores, presuntos corruptos o criminales de todo tipo que, encerrados, o en plena libertad, burlando la justicia con habilidad suprema, cuya defensa que no denota vergüenza, recorre las vitales arterias del país. Sospechosos de un largo listado de crímenes codificados, pero nada se les puede comprobar porque, los probables corruptores o criminales comunes, tienen sangre real, de la intocable, en un país donde la justicia es, también, solamente presunta justicia. La ilegalidad está atrapada entre la verdad y la supuesta verdad, dependiendo desde el contexto del cual se la aprecie. El conformismo se apodera por simple agotamiento, incredulidad y una serie de acontecimientos que prometen, pero, como ya es estándar, no cumplen.

Presuntamente, la corrupción y todas las conjugaciones posibles de las acciones que, con ella tienen relación, desde el crimen común hasta el más atrevido de los abusos políticos de una época que, preferiríamos olvidar, perder en el tiempo, en la memoria, se está persiguiendo con la velocidad en relantí, estáticos, el ruido del engranaje, dañado, torcido, presente, ensordecedor, tanto como el deseo del pueblo de llegar al fondo del inmundo pozo de contextos retorcidos y esclarecer, finalmente, el panorama, la esperanza de un país.

Las presuntas verdades, deben convertirse en obligaciones palpables para una comunidad que ya no sabe dónde está el principio y dónde está la falsedad. Una juventud que, por una década, que se va alargando, con peligro latente de eternización, ya no discierne entre lo auténtico y lo falso, lo moral e inmoral, lo justo y lo injusto. Creen poder prometer y nunca cumplir, es un nuevo modus vivendi. Un mundo donde la sumisión a la mentira se premia con sorprendentes riquezas materiales o de posición. No sólo en el mundo político, sino en el diario actuar de una confundida generación, el futuro de la comunidad, la retorcida realidad, peligrosamente, se convierta en su sincero accionar. Sospechosamente, los presuntos implicados viven en celdas, detrás de barras, con limitaciones, en cárceles, áticos o casas, pero su palabrería vuela libre. Tan libre que la verdadera libertad, de expresión o actuación, está encerrada en el mundo paralelo de la presunción de culpabilidad, dónde la falta de principios, el abuso de la verdad, el irrespeto a un confiado y esperanzado pueblo, no es más que eso, una presunción.

Presumiblemente, ante la presunción de culpabilidad, de cualquier crimen codificado, la justicia debería actuar, sin miramientos, sin pérdida de tiempo y, permitir que las pruebas, vengan de donde vengan, se prueben a sí mismas como válidas, o inservibles, si ese fuera el caso.

Sospechoso, que, ante tanta promesa de legalidad, de acabar con la corrupción que, sólo la búsqueda insaciable de poder permite florecer como en primavera, tengamos tanto presunto y pocos culpables y, que de ello se haga un chiste, inclusive, a nivel internacional y, que sea, tan poco presumible que, no exista una acción definitiva que pruebe lo que hipotéticamente, hasta el momento no se puede probar.

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