Durante la campaña electoral estadounidense en 2015, el médico de cabecera de Donald Trump escribió una suerte de diagnóstico en el que aseguraba que su paciente estaba camino a convertirse en el presidente más sano en la historia del país a pesar de sus 71 años y una evidente obesidad.
La declaración del Dr. Harold Bornstein fue tomada como otra exageración del discurso trumpiano pero encajaba perfectamente en un estilo acuñado por la Casa Blanca: mentir sobre el estado de salud del presidente. En 2019 Trump hizo una visita al hospital militar Walter Reed, para someterse a “exámenes rutinarios de laboratorio”, aunque al vicepresidente Mike Pence se le advirtió sobre la posibilidad de asumir el poder momentáneamente si Trump llegaba a ser anestesiado.
Trump la pasó muy mal con el covid pero para que no se note rompió el aislamiento y contagió a una docena de colaboradores. Antes se habló mucho del sigilo en torno a la salud del Franklin Roosevelt, acorralado por el dolor y la parálisis debido a la polio. El aparentemente vigoroso John F. Kennedy nunca reveló que padecía Addison, un desorden glandular que produce fatiga, mareos, debilidad y nauseas. Estas omisiones pudieron generar más de un dolor de cabeza a la potencia mundial.
La salud del Mandatario puede ser asumida erróneamente como un asunto personal del jefe de Estado, pero se trata de un tema de seguridad nacional. Y lo mismo aplica para Ecuador.
El presidente Lasso viaja a la ciudad donde se encuentra el centro de tratamiento para el cáncer más avanzado del continente a pocos días de habérsele extraído un carcinoma del ojo derecho. La privacidad es su derecho pero más temprano que tarde hay que seguir el camino de la formalidad con el resto de poderes del estado y con los ciudadanos. Su salud es fundamental para que cumpla el encargo democrático y, por lo tanto, debería estar cuidado por una junta médica de altísimo nivel que lo asesore también en esta área. Cuidado el sigilo se convierte en desinformación y la desinformación se utiliza maliciosamente para mugrosos fines políticos.