Dos tercios de la población y un cuarenta por ciento de los electores, son menores de 30 años; son mayoría en Ecuador y podrían decidir quién será el próximo Presidente del país.
Claro, si tuvieran un candidato y decidieran participar porque este grupo concentra también el mayor número de indecisos.
Si de los cuatro candidatos con mayores opciones, la más joven tiene 50 años y entre los otros tres acumulan 200 años, cabe preguntarse si alguno de ellos conectará con los jóvenes.
Dicen los expertos que una quinta parte de los jóvenes ecuatorianos son “ninis”, ni estudian ni trabajan, la revolución les limitó el acceso a la universidad y la crisis les privó de posibilidades de empleo.
Los partidos políticos, reducidos a grupos electorales, les han quitado la posibilidad de participar en política y renovar la concepción de ella.
La política proyecta una imagen de la juventud como un grupo manipulable y clientelista.
Desde el punto de vista de algunos estrategas electorales atraer a los jóvenes parece una tarea sencilla; basta averiguar qué desean para que los candidatos hagan sus ofertas; lo demás es publicidad, lenguaje renovado y temas como ecología, inclusión y tecnología.
En el fondo se mantiene la misma concepción de la juventud como objeto de la política y no como sujeto, por eso sigue alejada de los partidos y de los espacios públicos. Cuando los partidos tienen vigencia los jóvenes representan un capital político importante. Tienen un sentido de pertenencia a la comunidad, se comprometen con ideales y representan la posibilidad de cambio hacia sociedades más incluyentes y justas.
El candidato que logre sintonizar con la juventud será el próximo Presidente; para lograr eso deberá superar los prejuicios que estigmatizan a los jóvenes y los consideran una promesa para el futuro y no una realidad vital del presente. Debe devolver la confianza a los jóvenes no tanto con ofertas sino con posibilidades de participación.
Los candidatos que incluyen jóvenes en sus estrategias electorales, sus equipos de trabajo, sus listas de candidatos, tienen posibilidades de acertar en la percepción de las preocupaciones, valores y objetivos de la juventud ecuatoriana.
Entre los daños que ha provocado el autoritarismo está la implantación de una política vertical, en contravía de las relaciones horizontales que caracterizan a los grupos juveniles. El autoritarismo impide la creatividad que inspira a los jóvenes y corta los caminos de ascenso a nuevos líderes, nuevas visiones y prácticas nuevas que dan vitalidad a las sociedades. La renovación de los partidos políticos es una tarea pendiente en nuestro país, ojalá que la dinámica electoral y la voluntad de conquistar el voto juvenil remuevan el anquilosamiento político y ofrezcan al Ecuador las soluciones que los viejos políticos no han podido descubrir.