Señor Presidente electo, vamos a darle, como se merece, el beneficio de la duda. Si su palabra es cierta, el 24 de mayo vendrán cambios importantes y será inevitable una colisión política en su entorno, pues arremeterá contra el ADN de un partido-estado, nacido y criado en el autoritarismo.
Si es auténtico eso de tender la mano al contrario, abrirse al diálogo, garantizar la libertad de opinión, ser transparente y acabar con la diatriba desde la Presidencia, usted encabezará casi una revolución.
Pero, como otros, yo tengo serias dudas. Ojalá usted nos demuestre que estamos equivocados.
Para eso se requerirán desde el primer día hechos contundentes. Uno de ellos será sacar del gobierno al sector más duro e intolerante, negociar con sus correligionarios de la Asamblea un proceso para separar Estado de partido y cambiar a fiscal, contralor y los presidentes del Consejo de la Judicatura y Consejo Electoral, todos ellos lastres frente a una democracia de contrapesos, límites y chequeos mutuos.
A partir del 24 de mayo tendrá la oportunidad de dar un salto hacia la reconstrucción de instituciones y la reconciliación. Recuerde que casi la mitad de los electores piensa que usted llegó al cargo por un fraude. Pero hay razones para sospechar que usted preferiría nadar “como muertito” los próximos años. Es decir, se dejaría llevar por la corriente. Seguiría hablando de paz y diálogo, pero continuaría reinando el autoritarismo, la persecución y la censura.
Si es su opción dejarse manejar por el aparato-Estado y su antecesor, el abucheo será rotundo.
Pero tiene el beneficio de la duda. Puede empezar con el desmonte del estado de propaganda, retirar el velo de opacidad y malas mañas, ajustar la economía con predicción de quiebre y al menos cuestionar al matrimonio estado-partido, unión perniciosa, según lo ha demostrado la historia en múltiples latitudes.
Ojalá nos sorprenda. A muchos nos desanima sus antecedentes verde-flex. Calló frente a la actuación autoritaria del gobierno de su antecesor y puso unos tímidos tuits para referirse a una absurda multa a medios de comunicación y al juicio-condena-perdón contra personalidades que denunciaron actos de corrupción.
Además, usted calla frente al verbo desbocado que sigue usando su predecesor y tampoco se pronuncia sobre Venezuela, cuyo gobierno antidemocrático es admirado por los suyos.
Varios hechos desaniman, entre ellos su negativa a debatir durante la campaña electoral, así como sus intervenciones públicas que dejaron una sensación de escasa preparación y liderazgo.
Presidente electo, esperamos que cumpla. No hablo del ofertón populista, sino de la promesa de abrir el diálogo y garantizar libertad y apertura. Usted podría reivindicarse como el mandatario que quebró el modelo autoritario e irresponsable que gobernó los últimos 10 años.
Columnista invitado