Una cosa es la visión parroquiana y otra la multidimensional, que mira más allá de lo local y se proyecta hacia el mundo, en la búsqueda agresiva de nuevos mercados y de una destacada presencia en el concierto internacional. Esto no solo es patrimonio de los grandes países (EE.UU., China, India, Alemania, Francia, Brasil, México, entre otros) sino también de medianos y pequeños territorialmente pero que se destacan en el mundo (los nórdicos, Singapur, Israel, Taiwán, para citar unos).
Este momento la mirada está en la Feria Shanghái 2010 –cuyo tema central es “mejor ciudad, mejor vida”-, que ha sido calificada como la más grande del mundo, que se instalará el 1 de mayo, que estará abierta seis meses y que espera recibir a nada menos que 70 millones de visitantes. Se trata de la mayor exposición mundial celebrada hasta la fecha y que se compara con los juegos olímpicos, con la diferencia de que en el uno se compite en deportes y en la otra está el enfoque en las ciencias, la tecnología, la cultura, la economía, de cerca de 200 países del mundo.
Frente a la destrucción del planeta por el calentamiento global y el cambio climático, uno de los temas de la feria ha sido destacado el desarrollo sostenible, equilibrado, sustentable y armónico, que esté a tono con los requerimientos de las nuevas generaciones. Una gran cantidad de personajes mundiales, entre ellos jefes de gobierno, empresarios y autoridades de diferentes países, ya ha pasado por la feria y otros tienen puesta la mirada en este evento en el que se exhiben los grandes avances y logros, la promoción de los intercambios internacionales, de la civilización y el desarrollo de la humanidad en un mercado que cuenta con el mayor potencial de crecimiento en el planeta. La Feria de Shanghái, por lo que se puede leer, escuchar y observar, está en la mira de quienes piensan con pragmatismo en el desarrollo y comparten los últimos avances.
Las relaciones internacionales y este tipo de grandes eventos merecen mayor atención porque más allá de las visiones ideológicas, respetables por cierto, se requiere una alta dosis de pragmatismo, con soluciones innovadoras, de agresividad en los negocios y el comercio, de los que no se pueden sustraer las comunidades. Se habla mal de los tratados de libre comercio, pero más allá de los nombres y las estigmatizaciones, se impone la necesidad de los acuerdos de desarrollo, que incluyen los comerciales, como suscribiera hace poco la Unión Europea con Perú, Colombia y seis países centroamericanos. Se necesita una visión más práctica, que beneficie finalmente al interés general y al bien común a través de la generación de nuevas fuentes de empleo, que representa el antídoto de la violencia, la delincuencia y la inseguridad ciudadana, males que crecen en el país.