Nadie puede negarle al presidente Ollanta Humala su derecho a indignarse porque la televisión le ofrece hechos que él preferiría no ver. El Mandatario reclama al menos 15 minutos de noticias positivas como si uno las pudiera fabricar así, a pedido. Lo que su indignación nos revela, sin embargo, es que no entiende de qué se trata el trabajo periodístico.
Me imagino que sus reuniones de Consejo de Ministros no comienzan con 15 minutos para que cada ministro cuente qué bien están haciendo sus tareas y se den golpecitos en la espalda felicitándose por los éxitos. Espero, en cambio, que aprovechen el tiempo y entren de lleno a los asuntos que no andan muy bien y que ellos tienen la obligación de mejorar.
La atención de un gobernante serio está puesta en la solución de los problemas, la de la prensa seria está en señalar esos problemas y fiscalizar que las autoridades hagan su trabajo. Muchas veces es así como el gobernante, precisamente, va sabiendo qué hacer.
La prensa canaliza las expectativas de la población.
El debate suscitado a raíz de la recomendación presidencial motiva una reflexión sobre el papel de la prensa, tan vapuleada cuando a los actores de los acontecimientos que narra no les gusta la historia.
La salida más fácil, y más irresponsable, suele ser culpar a los periodistas.
Si el mundo está tan mal, la culpa es de la prensa. Si los valores decaen es porque los medios de comunicación ni siquiera dan 15 minutos de historias positivas. Como si la prensa no fuera el reflejo de la sociedad a la que responde.
Es cierto que medios de comunicación y sociedad se alimentan mutuamente, pero nada entra en los noticieros y los periódicos si antes no es un hecho de la realidad. Mejor o peor contado por unos y otros, que de todo hay, por supuesto, pero parte de las acciones de los gobernantes, las autoridades, los artistas, los intelectuales, los ciudadanos que se portan bien y los que se portan mal, los que causan accidentes, que matan al prójimo o le roban, que estafan.
También de aquellos que triunfan en una competencia, que cumplen una labor destacada, que ganan una elección o simplemente que compiten. La prensa se basa en los hechos, no es literatura.
Es cierto que la prensa podría difundir más los hechos valiosos que ocurren en abundancia. Fastidia, eso sí, que quien lo pida sea el Presidente de la República. Por el poder político que tiene, podría caer en la tentación de usarlo para obligar a los medios a actuar según su voluntad. El Perú ya lo ha sufrido. No podemos ser ingenuos.
El periodista español Juan Cruz Ruiz lo pone de esta manera: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. ¿Y periodismo? ¿Qué es periodismo? Es lo que intermedia entre la realidad y el lector. ¿Para qué le sirve a este? Para saber qué ocurre, para tomar decisiones, para seguir atento, para votar con conocimiento de causa, para seguir viviendo, para saber qué se piensa de la película, de los libros, de la música que quiere ver, leer o escuchar… Es un examen global de la realidad siempre que esta resulte interesante.
En primer lugar, que interese al periodista.
El periodista es el testigo que el público envía a la vida. Es un enviado especial en la vida.
Ahí, en la vida, toma notas y las traslada al papel, a la radio, a los informativos de televisión… Un enviado especial a la realidad. Eso es el periodista”.
¿Los quieren mejores? Involúcrense. El trabajo es duro pero fascinante. Doy fe.