Esta es la historia de una decepción. O, al menos, de algo que al comienzo parecía fácil y poco a poco se fue complicando hasta volverse imposible.
Resulta que hay un noble inglés, un tipo de mucha plata, que acaba de crear un premio para el economista que proponga la mejor manera de sacar a Grecia de la Zona Euro. El premio consiste en 250 000 libras esterlinas (unos 400 000 dólares) y al barón Simon Wolfson se le ocurrió crearlo porque el tema de la posible salida de Grecia del euro es un tabú tan grande en Europa que ni los académicos se atreven a toparlo.
El razonamiento de Wolfson es que, por más indeseable que sea, es necesario analizar seriamente el tema de la “deseurización” de Grecia. Él mismo dice que espera que no llegue a ocurrir, pero que si las cosas empeoran tanto que convierten a esa en la única salida real, es mejor tener un plan.
Cuando me enteré del premio, mi primera reacción fue de alegría pues finalmente estaba ahí una ocupación alternativa para un señor que odia la dolarización y que antes de ser famoso ya escribía artículos sobre cómo abandonarla. Y como la dolarización tiene muchos puntos en común con el régimen monetario de Grecia, talvez ese hombre podría volver a dedicar su energía a escribir artículos en lugar manejar la economía ecuatoriana igual que los políticos griegos durante la década pasada.
La idea era buenísima. No solo que esto lo mantendría ocupado, sino que hasta podría alegrarle, pues en una radio en Cuenca él mismo anduvo añorando los sucres cuando dijo, en octubre pasado, “devuélvanme el sucre y elimino el impuesto a la salida de divisas”. Qué mejor que dedicar su energía intelectual a buscar mil maneras de cumplir con ese sueño que tanta ilusión le produce.
La idea era perfecta. Pero nada es perfecto en este mundo. Revisando los detalles, resulta que el boletín de prensa de Lord Wolfson dice que se premiará a la mejor respuesta a la siguiente pregunta “¿Cuál sería la mejor forma de gestionar el proceso económico [de la salida de un miembro de la Zona Euro] para ofrecer la base más sólida al crecimiento y la prosperidad futuros de dicho Estado?”.
Ese detallito dañó todo el plan. Porque es fácil salirse del euro o de la dolarización “por las malas”, simplemente destrozando la economía de un país, pero es imposible hacerlo sin lastimar a casi toda la población. Además, “crecimiento y prosperidad” son conceptos incompatibles con las ideas del famoso “buen vivir” y con la misma forma de ver la realidad que tienen algunos de los ideólogos de la izquierda. El crecimiento es, para ellos, algo innecesario.
En resumen, no hay ocupación alternativa para el señor que escribía artículos y que ahora es un griego en potencia. Definitivamente, es la historia de una decepción.