Katerinne Orquera

Preguntitas sobre Dios

Esta semana los bachilleres del país fueron sorprendidos porque, además de las intermitencias del sistema para dar el examen de acceso a la universidad, se encontraron con preguntas religiosas en las pruebas que rinden para ingresar a las universidades públicas de este Estado laico.

Los funcionarios de la Senescyt, antes de eliminarlas del examen, las justificaron como preguntas de ‘razonamiento lógico’, exigencia mínima para ingresar a la educación superior, pero al parecer no indispensable para trabajar en el sector público, pues bajo el argumento de ser ‘baterías psicométricas usadas a nivel internacional’ borraron 125 años en garantías constitucionales, ignorando que ya la Carta Magna de 1897 reconocía la libertad de cultos.

El sentido del laicismo –por cuya implementación se hicieron revoluciones desde mediados del siglo XIX en todo el mundo occidental, incluido el Ecuador– es hacer de la religión una práctica privada, garantizada por un Estado no confesional, que para ello asume las funciones anteriormente administradas por el Iglesia, entre las que se cuenta la educación.

Pero el desprecio por la Constitución, la historia y la memoria social sobre la forma en que se ha construido el país lleva a preguntarse si estos agenciosos creyentes han considerado cuán difícil les resultaría imponer sus creeencias en un Estado confesional de una religión distinta a la fe que ellos profesan. Digamos por ejemplo, para no entrar en polémicas actuales, en el reino de Toledo del siglo XIII, donde todos debían declarar: ‘hay un único Dios y Mahoma es su profeta’.

Pero si la lógica y la historia resultan insuficientes para explicar las prioridades de un Estado moderno, especialmente en actual crisis gubernamental, quizá haya que pedir ayuda a la poética para recordarle al régimen que ‘hay un asunto en la tierra más importante que Dios, y es que nadie escupa sangre, pa’ que otro viva mejor’, como nos cantaba Atahualpa Yupanqui en sus Preguntitas sobre Dios.

Suplementos digitales