Llegaron al fin, y llegaron a tiempo: justamente cuando la tozudez de un alto funcionario nos ha llevado a la humillación de tener como segunda autoridad de la República a una persona encarcelada bajo gravísimos cargos, el presidente Moreno ha enviado a la Corte Constitucional las preguntas en la anunciada consulta popular, y al hacerlo nos ha abierto una ventana hacia el futuro. No es el amplio ventanal que nos habría gustado, pero es una ventana que me ha hecho recordar una estrofa de Carrera Andrade: “Ventana de cuatro vidrios: / con tu cruz de madera / eres un nicho abierto en el cielo / para guardar nubes muertas”. Quizá esta evocación se debe a que la ventana de Moreno parecería diseñada especialmente para guardar recuerdos indeseables, herencias nefastas, vanidades sobrantes y ambiciones desmesuradas, lo cual es positivo; pero hay que admitir que ha dejado fuera temas de indudable importancia.
Sí, es muy saludable que se haya planteado la derogatoria de la reelección con tufo a monarquía, el rediseño del órgano encargado de la participación ciudadana, la supresión de una ley perjudicial para la activación económica y el empleo, el castigo a los reos de corrupción y la defensa de los niños y el medio ambiente; pero es deplorable que se haya aplazado la atención de algunas demandas imperiosas de las organizaciones sociales y que se haya olvidado la derogatoria de la ley que somete la opinión a vigilancias inquisitoriales, una medida indispensable para el restablecimiento de un régimen que se parezca un poco a una democracia. ¿No será más difícil lograr esa derogatoria si se la propone luego, sin el respaldo del voto popular?
Quisiera pensar que estas omisiones se deben a la necesidad de evitar una extremada complicación del documento, cuyos anexos, ya como están, se encuentran complicados y presuponen varias reformas al texto constitucional. Pero entender las motivaciones del gobierno de ninguna manera significa renunciar a otras reformas, lo cual me lleva a pensar que, si conviene apoyar la iniciativa del presidente Moreno, el que debemos darle tiene que ser un apoyo exigente: en otras palabras, un apoyo que comprometa al gobernante a continuar y profundizar el camino emprendido, pero en la línea que le impone su propia vocación ideológica, sin olvidar jamás que el diálogo con todos los sectores no debe confundirse con ningún eclecticismo.
Me parece oportuno recordar que la política es el arte de lo posible y que un gobernante se convierte en estadista solamente cuando es capaz de actuar con la mirada puesta en el presente y en el lejano porvenir. Las grandes construcciones se levantan poco a poco, dejando en cada paso bien asentado el adelanto para que sea una adquisición duradera. ¿Qué sacamos con edificios deslumbrantes si han sido levantados sobre arena? Y no olvidemos que en una memorable competencia de otros tiempos, la tortuga pudo ganar al pretensioso Aquiles.
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