La pregunta política del momento no es quién deberá ser el próximo presidente sino cómo cambiamos de Gobierno. A primera vista, estas dos preguntas parecen similares; apenas dos maneras un poco diferentes de plantear un mismo problema. Pero no es así.
Cuando Platón inició una interesante –y, a la postre, muy influyente– inquisición sobre las cualidades del gobernante perfecto formuló esta pregunta: ¿quién debe gobernar? El filósofo afirmó que el mandatario ideal debía ser alguien a quien no le interese el poder, que luche por el bien común y que no busque su enriquecimiento personal.
Dos mil años después, Karl Popper –otro filósofo y matemático, además– dijo que la pregunta de Platón –¿quién debe gobernar? – conduce a una respuesta engañosa, pues inevitablemente nos lleva a contestar algo como “el mejor”, “el más sabio”, “el más fuerte”.
La pregunta de Platón es truculenta, dice Popper, porque nos conduce inevitablemente hacia el maximalismo; a creer en la existencia de hombres superiores o predestinados para gobernar; en líderes con cualidades supremas, capaces de resolver cualquier problema. Es evidente que los populismos latinoamericanos se han escudado en esta visión platónica del poder para justificar su talante autoritario y conservador.
Por ello, concluyó Popper, la pregunta propuesta por Platón –¿quién debe gobernar?– debería ser reemplazada por esta: ¿cómo cambiar de gobernante sin causar conmociones ni desarreglos? Para Popper, entonces, el tema político clave no consiste en cómo somos gobernados, sino de qué forma terminamos con el desgobierno.
Se trata, por tanto, de un enfoque diferente sobre el funcionamiento de la democracia, pues para el filósofo austríaco, el quid del juego democrático no es cómo elegir a nuestros gobernantes, sino cómo librarnos de ellos, si no han cumplido con nuestro mandato.
Detrás de las reflexiones de este filósofo subyace una visión pesimista del poder. El poder, dice Popper, debe estar ampliamente distribuido entre las distintas facciones de una sociedad y los políticos deben detentarlo por un tiempo limitado.
De ahí que Popper conciba a la democracia y a sus instituciones como un mecanismo para limitar el poder político, nunca para acumularlo y peor para perpetuarse en él.
Bajo la óptica de Popper, la democracia es, más bien, un sistema que promueve cambios de régimen al menor costo posible y no un mecanismo para elegir autoridades. Las reflexiones de este pensador europeo –uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX– son oportunas para entender mejor la coyuntura política.
Si en vez de preguntarnos quién deberá ser el próximo Presidente nos respondiéramos de qué manera aseguramos un cambio de régimen, las cosas irían mejor.
@GFMABest