El transcurrir de los tiempos políticos requiere del Gobierno tener el sentido de la oportunidad y ubicarse en los contextos correctos para asegurar sus resultados. Por la dinámica política todos los modelos se agotan en lapsos no previsibles y demandan actualizaciones conforme evolucionan los hechos económicos y sociales. Los mensajes electorales últimos y la situación coyuntural determinan que el modelo aplicado en el Ecuador durante los siete años de Gobierno ha comenzado a agotarse, por lo que es necesario corregir la vía escogida, eso sí, sin afectar a los objetivos fundamentales de un progreso económico con reducción simultánea de la inequidad.
En este sentido, cabe dar paso a un pragmatismo responsable, a fin de asegurar la consolidación de un crecimiento redistributivo y evitar estallidos sociales y la consiguiente revuelta política. Si para esto se requiere de préstamos adicionales o emitir deuda soberana hay que hacerlo, porque además las carencias de los cuatro millones de pobres que hay en el Ecuador así lo demandan, ya para dar alcantarillado a todos y agua potable buena, ya para mejorar la preparación del recurso humano, aumentar la productividad y hacer posible un proceso innovativo de la producción ecuatoriana.
Esto no requiere de renunciamientos ideológicos. Solo precisa aumentar la eficiencia en lo que hacen todos: el Gobierno cuidando los equilibrios económicos y la empresa privada aumentando su rol emprendedor. Si a los préstamos chinos se va a agregar financiamiento del Banco Mundial y emisión de deuda soberana estaremos diversificando las fuentes y usando ambas vertientes para financiar el desarrollo del país. Endeudarse para hacer obras económica y socialmente productivas no es malo si con ello no frenamos el impulso del desarrollo para que la gente viva mejor. Esto es tanto más necesario en un país que no puede aplicar ninguna política monetaria ni cambiaria porque no tiene moneda propia.
Con el mismo pragmatismo responsable debemos acordar con los 28 países de la Unión Europea un tratado comercial que nos beneficie y potencie el camino para ser más productivos e innovativos. El pragmatismo comercial de nuestra política exterior será siempre conveniente, porque necesitamos los dólares para vivir, aunque esta acción no se pueda replicar ahora con Estados Unidos, porque el presidente Obama no tiene la autorización del Congreso para hacer acuerdo comercial alguno. De todas maneras, el tratado comercial con Europa será un atractivo fuerte para nuevas inversiones de allá, en momentos que necesitamos financiar los proyectos derivados de la nueva matriz productiva, por ejemplo para hacer industrias que consuman mucha energía eléctrica, que pronto nos sobrará.